La Radio: naturaleza y elocuencia

Cuando usted escucha el slogan “una radio amiga” infiere que el sonido es agradable, simpático, caballeroso, atento al interlocutor, porque una radio que no escucha a sus perceptores desde la virtualidad  con  postura agradable no emite la capacidad de “atrapar audiencia”. Si defendemos que la radio es arte y un acto de singular amor no se concibe un medio almidonado, reseco o engolado. Pregúntele a una mujer como le gustaría que fuera su esposo, le respondería en el acto: “agradable, ameno, alegre”. Los espacios de mayor éxito son aquellos que no descuidan la alegría de los protagonistas.

Cuando los que hacemos radio nos acercamos a los bosques, a los ríos, apreciamos las cosechas, nos enmudecemos ante el sonido de las olas o advertimos el dulce adiós del sol en las tardes, estamos cultivando la sensibilidad  para hacer mejor el vocabulario porque si la palabra ocupa el mayor tiempo en las tiras de programación y conversar también constituye un acto de comunicación, añadirle amenidad es sembrar simpatía y recoger sintonía constante, de ahí la importancia de mantener los estados de ánimos y ser naturales como los árboles.

Quien escucha sabe si la persona que le habla a través del equipo receptor es ficticia o le salen las palabras desde un caudal de verdaderos sentimientos. La radio hay que condimentarla   de elocuencia,  quien la hace no debe desentenderse de la naturaleza, porque ella le ofrece la cualidad de ser autentico.

El medio radiofónico  debe arroparse más de la capacidad de expresarse de forma elegante, fluida y persuasiva. Las emociones cuando se saben trasmitir producen convicciones, instan a mover el pensamiento y a crear un mundo distinto  cuando usamos  el lenguaje hablado apropiado desde el conocimiento. Si los  comunicadores  se detienen al día en algún lugar para apreciar una imagen o leer un paisaje-porque no sólo se leen los libros- de esta manera se fortalece el intelecto. La radio que hacemos tiene que ser necesariamente culta.

La elocuencia  que proviene de la raíz latina “loqu o loc” que significa hablar nacida en la antigua Grecia fue considerada la forma más elevada de la política en esa época. Hoy cuando transitamos el siglo XXl necesitamos mucho de la fuerza de la palabra. Si en el mundo de la publicidad comercial la elocuencia vende con tantos éxitos con una mezcla de colores y tonos que deslumbran a los mercados, la radio en su gran misión de trasmitir ideas y sentimientos humanos tienen que ser necesariamente una radio elocuente y amena capaz de ofrecer a través de su  emisiones el amor hacia el hombre y la naturaleza. ¿Cómo lograr esa radio? : Con la calidad humana de sus realizadores competentes. Un producto radial es fruto de los sentimientos porque a través de ella como en la ética se estudia y se enseña moral.

Ser profesional de la palabra en la radio o en los medios es más que ostentar un título académico. Es necesario cultivar la virtud, ser sensible. Escudriñar la naturaleza, investigar, leer  y en particular saber escuchar porque si hacer radio es cultura y más que raíz, cultura es sembrar como afirma el Dr. Eduardo Torrez-Cuevas, por tanto hacer radio es cultivar al alma de quienes nos escuchan. Para lograrlo hay que llevar mucha luz dentro.

Nuestro José Martí fue muy preciso al dejarnos entres sus mensajes uno que plantea: “el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza. La naturaleza no tiene celos, como los hombres. No tiene odios, ni miedo como los hombres. No cierra el paso a nadie, porque no teme de nadie. Los hombres siempre necesitarán de los productos de la naturaleza. Y como en cada región sólo se dan determinados productos, siempre se mantendrá su cambio activo, que asegura a todos los pueblos la comodidad y la riqueza.”

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