El 16 de octubre, Fidel y las doctrinas del Maestro

Unos meses antes, el 26 de julio dejó un hito además del ataque a la instalación militar de Santiago de Cuba, otro grupo de combatientes revolucionarios, nucleados bajo la dirección de Fidel,  intentó ocupar el cuartel de Bayamo.

Ninguna de las dos acciones culminó con la ocupación de esos cuarteles, debido a que falló, por causas imprevistas, el factor del ataque por sorpresa y por supuesto los soldados que se hallaban dentro de las instalaciones, lograron, con mejores armamentos y más protegidos, impedir que los jóvenes de la Generación del Centenario pudieran ocupar dichas fortalezas.

Incluso en Santiago de Cuba se había previsto, una vez tomado el cuartel Moncada, hacer un llamado al pueblo a través de la radio para desencadenar una insurrección popular armada.

El propio 26 de julio, y los siguientes días, las fuerzas represivas del régimen dictatorial realizaron detenciones y asesinaron a una parte de los que habían asistido a las acciones convocadas en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente.

Fidel en horas de la mañana del 26 de julio retornó a la denominada Granjita Siboney, lugar donde noche y madrugada, se habían acuartelado los participantes en el asalto al Moncada.

En la citada granjita el jefe patentizó su disposición de proseguir la lucha y dirigirse hacia las zonas montañosas de la provincia de Oriente.

Durante varias jornadas estuvo transitando por zonas rurales hasta que el día primero de agosto cuando se hallaba en un bohío en unión de dos compañeros, totalmente extenuados, resultó sorprendido y apresado.

Gracias a la digna actitud del oficial que lo detuvo salvó la vida, porque este lo condujo directamente hacia el Vivac de Santiago de Cuba, e incluso se negó a entregárselo a un oficial de mayor graduación.

Inicialmente Fidel estuvo recluido en la cárcel de Boniato.

El juicio comenzó el 21 de septiembre en la sala del Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba.

Teniendo en cuenta su condición de abogado, Fidel solicitó al tribunal que lo autorizase a asumir su propia defensa, lo cual le fue concedido.

El objetivo de Fidel, realmente, era poder demostrar los crímenes cometidos contra sus compañeros mediante las preguntas de los oficiales de la dictadura batistiana que fueran citados a declarar en el proceso, .

Fidel se fue convirtiendo así, expresión por expresión, sin detenerse ni  titubear, de acusado en acusador.

Para evitar que pudiera seguir dialogando de modo directo con los oficiales y soldados, muchos de los cuales eran los que habían torturado y asesinado, la dictadura batistiana  a través de un ardid. Haciendo creer que estaba enfermo, Fidel fue sacado del proceso judicial.

Esto fue denunciado por el propio Fidel que logró hacer llegar una comunicación al tribunal pero, en definitiva, no lo presentaron  nuevamente en la edificación donde debía tener lugar, supuestamente, el juicio.

No fue hasta el 16 de octubre que en medio de un gran aislamiento y con la presencia de muchos soldados armados, que ocurrió lo esperado, se le culminó a Fidel el juicio en una sala de enfermeras del hospital “Saturnino Lora”.

 

 Su alegato es conocido después como La Historia me absolverá, en corrrespondencia con la frase con la que Fidel concluyó su intervención. En sus palabras de defensa había denunciado, en forma enfática, la caótica situación de la nación cubana en esos instantes,  y expuso un programa revolucionario en el que se detallaban un grupo de leyes de beneficio popular que se tenía previsto poner en práctica si se hubiera logrado  derrocar al régimen dictatorial y se hubiese establecido en el país un gobierno democrático.

En La Historia me absolverá Fidel Castro calificó a José Martí como el autor intelectual de las acciones llevadas a cabo el 26 de julio de 1953. Y, por ende, citó principios expuestos por Martí, entre ellos uno que le permitió analizar la postura a asumir por quienes estaban dispuestos a luchar contra todo tipo de injusticia.

Evocó que él había señalado que un hombre que se conforma con obedecer leyes injustas y permite que le pisen el país donde nacieron los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado.  

Citó, a su vez, al Ápostol, quien había declarado que en el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro como ha de haber cierta cantidad de luz y  cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que le roban a los pueblos su libertad, que es robarle a los hombres su decoro. Y agregó a su alegato una frase martiana que sentencia:

En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana… 

 

En la parte final de su alegato en el juicio del  “Moncada” el líder patentizó :

Termino mi defensa, no lo haré como hacen siempre todos los letrados, pidiendo la libertad del defendido; no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya en Isla de Pinos ignominiosa prisión. Enviadme junto a ellos a compartir su suerte, es inconcebible que los hombres honrados estén muertos o presos en una república donde está de presidente un criminal y un ladrón.

Y dejó manifiesta su firmeza al encarar con detalles los peligros que le acechaban en la prisión: 

En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta  hermanos míos. Condenadme, no importa, La historia me absolverá.

Fidel convirtió los días que estuvo en el Presidio Modelo de Isla de Pinos en otra jornada de lucha y de preparación política. Tras salir de la prisión en mayo de 1955  aseguró que su libertad no era de fiesta y de inmediato se dio a la tarea de reorganizar el Movimiento Revolucionario al que identificó, a partir de ese momento, con la fecha gloriosa del 26 de julio.

Salió hacia México en julio de 1955 y en dicho país pudo organizar a los combatientes revolucionarios quienes finalmente partieron hacia Cuba, en la madrugada del 25 de noviembre de 1956, cuando zarparon en un pequeño yate para reanudar la lucha revolucionaria contra la dictadura batistiana.

Entre diciembre de 1956 y finales de 1958, Fidel dirigió la guerra hasta que se produjo el triunfo de la Revolución en enero de 1959. A partir de ese instante durante decenios se dedicó a lograr el desarrollo y la defensa de la Revolución y también brindó su ayuda solidaria a otros pueblos. Tuvo una vida larga y fecunda. Falleció en La Habana el 25 de noviembre de 2016 cuando contaba 90 años.

La vida y la obra de José Martí fueron siempre para el Comandante en Jefe fuente de motivación y enseñanza. Demostró con su modo de actuar y lo proclamó el 16 de octubre de 1953, durante el juicio a causa de las acciones del 26 de julio de 1953, cuando aseguró:

Traigo en corazón las doctrinas del maestro… 

 

Editora: María Romero

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