El Indio Naborí, voz genuina de pueblo

En una esquina de La Habana Vieja, donde el pregón se mezcla con la brisa y los balcones susurran historias, alguien recita una décima. No es un acto de costumbre ni de afán por lo espectacular. Lo hace porque en Cuba la décima es raíz, savia y memoria.

Y si hay un nombre que la elevó del surco al libro y del guateque a la radio, ese es el de Jesús Orta Ruiz, el “Indio Naborí”.

Nació el 30 de septiembre de 1922 en el barrio de El Cristo, Santiago de las Vegas, y desde niño mostró una sensibilidad que desbordaba los límites de la escuela rural. Su padre, lector de tabaquería, le enseñó a amar la palabra con respeto y asombro, como quien ama la tierra. A los 12 años ya improvisaba décimas en guateques, y a los 15 firmaba sus primeros versos como “El Indio Naborí”, seudónimo que evocaba la identidad mestiza y el compromiso con lo popular.

La anécdota que muchos recuerdan ocurrió en un guateque en Güira de Melena. Un poeta improvisador lo retó con una décima punzante, y el joven respondió con una estrofa tan certera que el público estalló en aplausos. Así venció al rival, y dejó claro que la décima, junto con lo ingeniosa de su naturaleza, es arte y pensamiento. Desde entonces, su fama creció como la palma real.

Naborí fue un excelente improvisador, pero no se conformó eso. Quiso dignificar la décima como forma literaria, y lo consiguió. Estudió, escribió e investigó. En 1941 publicó Décimas para el pueblo, y en 1950 Cuba en la décima, donde demostró que el verso campesino puede abordar temas sociales, históricos y filosóficos sin perder la musicalidad. «Su estilo combinaba la espontaneidad del repentismo con la profundidad del poeta culto. Como él mismo decía, era “un puente entre la oralidad y la escritura”.

Su aporte más revolucionario fue integrar la décima al discurso político y ético de la Revolución. En 1959, tras el triunfo rebelde, se convirtió en uno de sus más altos exponentes poéticos.  Más tarde fue asesor cultural de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, y desde allí promovió la poesía popular como herramienta de identidad.

Fundó talleres, publicó antologías, y defendió a los poetas improvisadores como guardianes de la memoria oral.

En la radio, su voz se hizo familiar. Participó en programas radiales, donde recitaba décimas que hablaban de la patria, el amor, el campesino, y el héroe anónimo. Su tono era pausado, pero firme, y poseyó una dicción, impecable. Muchos cubanos aprendimos a amar más la poesía campesina escuchándolo en la radio, como quien oye  a un abuelo sabio contar historias bajo una ceiba.

En una entrevista para Radio Progreso, le preguntaron por qué seguía escribiendo décimas cuando ya era un poeta consagrado. Respondió con humildad: “Porque la décima es como el café: mientras más se comparte, más despierta”. Esa frase quedó grabada en la memoria de quienes lo admiraban, y resume su filosofía de que la poesía es alimento, y no simple adorno.

Recibió numerosos premios, entre ellos el Premio Nacional de Literatura en 1995. Vestía guayabera, hablaba con metáforas campesinas, y defendía la décima como patrimonio vivo. En sus últimos años, fundó la Cátedra de Poesía Improvisada, donde formó a jóvenes repentistas y dejó sembrada su semilla en nuevas generaciones. Tanta gloria, sin perder jamás la sencillez.

Campesino por excelencia, la mayor virtud de “El Indio Naborí” fue sembrador de las décimas en el alma de su pueblo. Enseñó que la poesía campesina es profunda como el mar y cercana como el monte.

Poeta de pueblo que cantó con la frescura de la campiña. Ese fue Jesús Orta Ruiz, “El Indio Naborí”.

Autor

  • Tomás Alfonso Cadalzo Ruiz (Cienfuegos, 1951). Miembro de la UPEC y de la UNEAC. Periodista, escritor y director de programas de Radio. Autor de varios libros en México y en Cuba, entre ellos, "La Radio, utopía de lo posible". Colaborador del Portal de la Radio Cubana desde su salida al aire. Escribe además para espacios de Radio Progreso, Radio Ciudad del Mar y el periódico "5 de Septiembre".

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