Cuando sean las 9 de la noche de este 22 de agosto, por ley de la vida, serán muy pocas las personas que quizás hayan estado vivas en el octavo mes de 102 años atrás cuando un suceso dejó boquiabiertos a aquellos habaneros de solapa corta y breve, lacito en el cuello y sobrero de pajilla. ¡Y qué decir de las damiselas encantadoras de anchas paraderas, corsés, botines de tacón y pamelas abrazadas a los finos encajes de los últimos gritos de París o Nueva York! Era la Habana de agosto de 1922, aún sin el Capitolio, pero con el cine mudo y la trova bohemia. Era la Habana del futuro Rey del Boxeo, el gran Kid. La Habana de agosto de 1922 tenía sus retretas en la punta del malecón, por entonces el centro de curiosos, y dicen un poco más allá, a la caza de la brisa de la calurosa tarde, gente de glamur chocaban sus copas después de sellar la espléndida degustación bajo las arcadas del Hotel Miramar, dando así la bienvenida al velero que llegaba a puerto con las últimas novedades traídas de Europa. A pesar de los años (y ayudados por un simple ejercicio de la imaginación), al cerrar nuestros ojos y soñaremos y sentiremos los pregoneros de chucherías, vendedores de periódicos… y a lo lejos, algún pordiosero con su alma en el estómago cediendo el paso a las damas de abolengo y a los respetuosos caballeros, que quizás comentaban sobre la naciente fastuosidad citadina que ya asomaba después de las murallas rotas ¡y quién sabe si entre susurros y disimulos se reían de los últimos sarcasmos de los sátiros del Alhambra! El 22 de agosto de 1922, fue la primera vez que la Habana balbuceó sus primeras palabras y vio en el espejo de …