(Dónde comenzamos a narrar la historia de la radionovela que escribió el Premio Nóbel colombiano y su amor no correspondido por Félix B. Caignet). En “La hojarasca” es donde García Márquez habla por primera vez de Macondo, ese pueblo inventado (lo sé), que otras veces me he descubierto buscándolo en un Atlas muy viejo que tengo en casa, porque, seamos sinceros, la verdad no es la pura verdad real sino lo que uno tiene en la cabeza. En la novela se hace el cuento de un Doctor de actitud aislada, que vino al pueblo (Macondo) a recetarle medicinas a los enfermos, especialmente a las mujeres, con las que tenía atenciones lujuriosas, pero eso no lo hace impopular entre los habitantes. Y tampoco que ya viejo y retirado de su oficio se fuera a vivir, a dos casas de distancia, con Meme, la empleada indígena de la familia. El odio al personaje lo ganó el personaje cuando se negó a prestarle atención médica a cerca de una docena de hombres, heridos en una de las múltiples guerras civiles del país como mismo antes se negó a curar a la mismísima Meme, de la que se creía que estaba enamorado sinceramente. Tanto fue el odio que los vecinos le demostraron que el médico llegó a suicidarse. Entonces, los del pueblo llegan al consenso de que debía pudrise en la casa esquinera en la que él había vivido completamente aislado durante la última década. Pero otro vecino, que no es uno cualquiera, sino un coronel que sería tan famoso unas novelas después, Aureliano Buendía, siente la obligación de enterrar al difunto. Esa, que fue terreno de pruebas para muchos de los temas y personajes del colombiano, es su primera novela. Y según sus biógrafos, la segunda es “El Coronel no tiene quien le …