El Derecho de Permanecer (+Fotos)

Se llamó “El derecho de cometer” la crónica que García Márquez publicó en El Heraldo, de Barranquilla, el 15 de abril de 1951, cuando la célebre radionovela de Félix B. Caignet se transmitió en Colombia. Dice que mientras se oía la novela las madres del país se dividieron en dos bandos, las que tenían y las que no tenían radio; pero todas oían y todas estaban de acuerdo en que don Rafael del Junco debía ser llevado ante un pelotón de fusilamiento por mandar que separaran a su hija y al hijo de aquella.

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El derecho de llorar (+Audio)

Lo que consiguió Félix B. Caignet cuando se transmitió la versión colombiana del EL DERECHO DE NACER fue lo impensado, dijo García Márquez, “todas las muchachas de Bogotá, de Colombia entera y de todas partes donde se había oído la novela, estaban dispuestas a casarse con Albertico Limonta. Lo que logró ese hombre, (Caignet), es un milagro, indigestó a todos los oyentes de radio”.

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García Márquez: “Siempre me interesé en la radionovela”

(Donde continuamos narrando sobre la radionovela que escribió el Nobel de literatura colombiano, antes de ser Nobel) Confesó García Márquez que tuvo “viejas ilusiones con la literatura de lágrimas”, pero eso lo sospechábamos antes que lo dijera, al saber su gusto casi enfermiso por los cuentos que narran los vallenatos colombianos y los boleros (primero cubanos solamente y después cubanos y mexicanos), donde se derrama tanta lágrima que bien provocar una subida del nivel del mar con más eficacia que con lo que lamentablemente está sucediendo por el derretimiento de los hielos polares.

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García Márquez: “Nada es tan malo que la radio no lo pueda calmar”

(Dónde comenzamos a narrar la historia de la radionovela que escribió el Premio Nóbel colombiano y su amor no correspondido por Félix B. Caignet). En “La hojarasca” es donde García Márquez habla por primera vez de Macondo, ese pueblo inventado (lo sé), que otras veces me he descubierto buscándolo en un Atlas muy viejo que tengo en casa, porque, seamos sinceros, la verdad no es la pura verdad real sino lo que uno tiene en la cabeza. En la novela se hace el cuento de un Doctor de actitud aislada, que vino al pueblo (Macondo) a recetarle medicinas a los enfermos, especialmente a las mujeres, con las que tenía atenciones lujuriosas, pero eso no lo hace impopular entre los habitantes. Y tampoco que ya viejo y retirado de su oficio se fuera a vivir, a dos casas de distancia, con Meme, la empleada indígena de la familia. El odio al personaje lo ganó el personaje cuando se negó a prestarle atención médica a cerca de una docena de hombres, heridos en una de las múltiples guerras civiles del país como mismo antes se negó a curar a la mismísima Meme, de la que se creía que estaba enamorado sinceramente. Tanto fue el odio que los vecinos le demostraron que el médico llegó a suicidarse. Entonces, los del pueblo llegan al consenso de que debía pudrise en la casa esquinera en la que él había vivido completamente aislado durante la última década. Pero otro vecino, que no es uno cualquiera, sino un coronel que sería tan famoso unas novelas después, Aureliano Buendía, siente la obligación de enterrar al difunto. Esa, que fue terreno de pruebas para muchos de los temas y personajes del colombiano, es su primera novela. Y según sus biógrafos, la segunda es “El Coronel no tiene quien le …

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