El año 2000 fue colosal para la música cubana. Es imposible cuantificar las veces que “Un montón de estrellas” sonó en nuestras radioemisoras; era algo escuchado continuamente.
Aquella pieza mezcla de son con trova y guajira nos parecía una especie de alquimia sonora, todo un acontecimiento.
Su autor era un guajiro entrado en los 45 años quien, como la hierba silvestre había nacido para la música. Se hizo y creció sin barnices ni afeites, del modo que se hacen y crecen los auténticos y mejores hacedores de cualquier arte.
Fernando Borrego Linares, el hijo de Lucrecia y Julio, era el artífice de aquello que, más que pieza musical, devino acontecimiento. Hasta poco antes había pasado inadvertido con su modesto conjunto familiar y los instrumentos rústicos que les acompañaban.
Era música cubana genuina, de monte adentro, con olor a manigua, sudor y bueyes. Ni en el más sofisticado laboratorio podría haberse inventado aquello.
Polo Montañez, como fue su nombre artístico, empezó a triunfar en otros lares, lo mismo que otro compatriota suyo, el Bárbaro del Ritmo Benny Moré. Ninguno de ambos sabía de teoría musical, ¿para qué?, si las notas les brotaban del alma como un manantial imposible de contener.
Sus éxitos se sucedieron uno tras otro. Sus álbumes “Guajiro Natural”, “Guitarra mía”, “Memoria” y “El Guajiro” batieron como éxitos de venta y dieron lugar a Discos de Oro y Platino, y el reconocimiento como el artista internacional más escuchado. Muchos artistas internacionales incorporaron a su repertorio la música compuesta por Polo.
Temas como “Guajiro Natural”, “Guitarra mía” y “Si se enamora de mí” forman parte de un repertorio que marcó a una generación sin discriminar edades.
Nuestro guajiro nació en la finca El Brujito, monte adentro de la Sierra del Rosario, en el municipio Candelaria. Cuando vino al mundo, esa zona era parte de Pinar del Río; ahora lo es de Artemisa. ¡Nada de disputas en cuanto al terruño! Sea pinareño o artemiseño, hay algo que vale más y es que fue cubano. Con eso basta porque el orgullo de su paisanidad nos lo repartimos entre todos.
Según de grande y fecundo resultó su arte, así de efímera fue su existencia. Resuena la pesadilla en que perdiera la vida el 20 de noviembre de 2002.
Tristemente, aquellos días de noviembre de 2002, en un viaje de regreso desde la ciudad de La Habana a San Cristóbal, impactó su auto contra un camión en la zona conocida por La Coronela, resultando gravemente herido. Seis días después falleció.
Se fue en la plenitud, cuando fructificaba abundante, al igual que los mameyes de la serranía que lo vio nacer, y que tanta melodía sublime le inspiró.
Polo Montañez nació hace siete décadas. Desdeñando la muerte que lo arrebató hace poco más de veintidós años, vive, sobrevive con su naturaleza cubana de guajiro, la misma que palpita en su música y vibra en nuestra radio.