El Son Cubano es nuestra más genuina raíz sonora. Es mezcla de la cadencia africana y el lirismo español; vibrando desde hace más de un siglo en calles, patios y plazas, se extendió a todos los rincones del mundo.
Su reciente reconocimiento por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad es, por encima de todo, un acto de justicia.
Es el género musical más representativo del mestizaje cubano, que una y otra vez vence la prueba del tiempo. Ostenta la gracia de su origen, a la vez que evoluciona y adopta nuevas formas de expresión.
El Son cubano es autóctono y universal; lo segundo, condicionado por lo primero: Una raigambre que constituye su carta de presentación.
Tan poético como musical, es rítmico, sensible y humano. Es escuela de convivencia, espacio de transmisión oral y referente de cultura. Un fenómeno antropológico y étnico de magnitudes sin precedentes.
Surgió rústico como la humedad del lomerío y los palmares de los llanos, desde la connivencia entre la guitarra peninsular y los tambores africanos. Se expandió a las ciudades, conquistó La Habana y, desde allí, el mundo.
El tres, las maracas, el bongó y las claves, se afianzaron en él como instrumentos que secundan letras devenidas crónicas cantadas del sentir popular.
Es la columna vertebral de otros géneros que marcaron el siglo XX. Nunca ha perdido la esencia, con un vaivén que invita al cuerpo a moverse y al alma a evocar.
En cada solar, guateque o fiesta de pueblo permanece fresco; es enseñado y aprendido con el oído, los movimientos y el corazón.
Buen motivo para celebrar. Nuestro ritmo sublime que divierte el alma, es patrimonio de la Humanidad.
Y mientras haya Cuba, habrá Son.


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