Fidel, Obama y la guerra que no debe hacerse

Los medios corporativos del gran capital repiten como si fuese una verdad consabida: “los revolucionarios son violentos” y los que abogan por mantener el status quo -es decir, los capitalistas–, “son tolerantes”, y están en disposición de estrechar la mano del adversario. Como que aquellos suelen ser o representar a los poderosos, el concepto de “paz” es reducido a la aceptación por el oprimido de su condición, y en caso extremo, a la búsqueda de formas menos evidentes o más eficaces de explotación. ¿Sería capaz el capitalismo -su expresión más radical: el imperialismo–, de actuar en el bien de la Humanidad, de trascenderse a sí mismo?

Hoy asistí a un acontecimiento trascendental: el revolucionario vivo más emblemático del siglo XX e inicios del XXI -un hombre que dentro de unos días cumplirá 84 lúcidos años–, alertaba sobre el peligro de una nueva guerra mundial, explicaba las consecuencias tremendas que tendría la conflagración, esta vez casi inevitablemente nuclear y se dirigía al Presidente del estado imperialista más poderoso del siglo XX e inicios del XXI, con la esperanza de que entendiera a tiempo la responsabilidad que asumía si ordenaba su inicio: “Quiso el azar que, en ese instante preciso, el Presidente de Estados Unidos sea un descendiente de africano y de blanco, de mahometano y cristiano. ¡No la dará!, si se logra que tome conciencia de ello. Es lo que estamos haciendo aquí”.

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