Radio Cubana: El rostro hermoso de la palabra interminable
Mis primeras memorias semejan un cuento infantil, que me contaba mi padre. Eso sí, de un hada real, por su dramatismo final. Me decía que los más antiguos recuerdos que guardaba en sus oídos eran aquellos ruidos infernales de los incipientes radios, conocidos como de galena. Pero gracias a esos pocos radios, en 1932, en uno que tenía la bodega más cercana, pudo escuchar, en medio de tales sonidos, las primicias acerca de la peligrosidad de un ciclón que se acercaba a las costas de su provincia, Camagüey, y el que, finalmente, el 9 de noviembre del propio año, causó la masacre más grande que un fenómeno atmosférico pudo haber ocasionado en el país; lo devoró todo, muy pocos fueron los sobrevivientes del que era entonces poblado de Santa Cruz del Sur.