Madre, simiente y bendición
No se conciben los días sin tu altura humana. Todo cambia cuando volvemos cansados a casa y, con esa ternura infinita, nos aportas confianza y energía para abrazar el futuro. Solo tú eres aroma de gardenia, clavel, mariposa y lirio, que perfuma los sueños y ennoblece el espíritu.
Nunca renuncias a ese cariño innato que te colma, aún sabiendo que nuestro andar está cubierto de abrojos y espinas. Pero con la magia de tu sonrisa, logras vestirte de guerrera para levantarnos el espíritu con muros sólidos.
No importan las tempestades o los días luminosos, las derrotas y victorias, los sinsabores o triunfos, siempre estás presente en cada puesto de labor, empuñando el fusil, creciéndote en otros confines, lejos de tus seres queridos, porque el deber con la Humanidad te hace vigorosa.