La identidad cubana: la forja perpetua (V) Félix Varela, del verbo precursor al exilio heroico
Se aprieta a los pequeños espejuelos. La energía se le adivina por encima del atuendo sacerdotal, que le cuelga más del espíritu que de la anatomía. Llegó más lejos que ninguno en la reforma de la enseñanza. Dominaba el latín a la perfección, pero decidió impartir sus clases en español. Dicen que los seminaristas se agolpaban para escuchar su prédica.