El Tratado que no permaneció
El 22 de mayo de 1903 los cancilleres de Estados Unidos y Cuba firmaron el denominado Tratado Permanente. Nuestra historia republicana había comenzado con muletas y camisa de fuerza impuestas por la Enmienda Platt, apéndice constitucional de 1901 que como espada de Damocles pendía sobre el pequeño resquicio por donde respiraba la maltrecha soberanía cubana.