«Poner la ciencia en lengua diaria: he ahí un bien que pocos hacen». No creo, honestamente, que en la lengua cervantina haya un aforismo martiano como ese, que caracterice —con mayor nitidez y transparencia— la carismática personalidad del laureado escritor y periodista, Arnaldo Coro Antich (1942-2023), Premio Nacional de Radio 2017, cuya sagrada memoria evoco, «con afecto y respeto ternísimos», al decir del Apóstol, a través de esta crónica para conmemorar los dos años de su lamentable desaparición física.
Coro Antich era un verdadero experto en ciencia, técnica y tecnología aplicadas a los medios masivos de comunicación, a los cuales se dedicara en cuerpo, mente y alma durante más de seis décadas, y ahora, duerme el «sueño de los justos» en los amantísimos brazos del «Espíritu Universal»; leitmotiv en la obra poético-literaria y periodística del «más universal de los cubanos».
Era miembro ilustre de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), donde lo conocí hace casi dos décadas en un evento teórico «Caracol», en el cual presentó una ponencia relacionada con la batalla campal librada —desde la ciencia, la técnica y la tecnología— desde el «Norte revuelto y brutal» contra la radio cubana; apretada síntesis del libro —publicado en 1984— acerca de la agresión de que eran objeto las ondas hertzianas caribeñas por parte del imperio estadounidense.
En ese contexto, Arnaldo defendió —con razón y emoción— la contraofensiva desarrollada por la mayor Isla de las Antillas para contrarrestar los efectos perjudiciales de esa desvergonzada intromisión en los asuntos internos del pueblo de Varela, Martí y Fidel.
Desde las aulas universitarias en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales «Raúl Roa García» y en el Instituto Internacional de Periodismo «José Martí», así como en las emisoras Radio Progreso y Radio Habana Cuba, desenmascaró —con apoyo en sólidos elementos de juicio científico-técnicos y tecnológicos— la esencia íntima de los ataques cibernéticos llevados a cabo por los enemigos de la Revolución Cubana desde la vecina nación.
Sin embargo, ese no fue —en modo alguno— el único objetivo de sus intervenciones docente-educativas y mediáticas, tanto en la «Onda de la Alegría», como en la «Voz de Cuba en el exterior», sino el de satisfacer —en la medida de sus posibilidades— la sed de saber científico-técnico y tecnológico que identifica a esos públicos heterogéneos, nacionales y foráneos, para cumplir —al pie de la letra— el aforismo martiano con que comienza esta crónica, y que constituyó la guía que orientó su labor docente-educativa, literaria y periodística mientras nos acompañó en el plano terrenal.
Prof. Arnaldo Coro Antich descanse en paz que usted puede mostrar al cielo —con legítimo orgullo— su obra intelectual y espiritual acabada. ¡Que así sea!