«Morir no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida». Con apoyo en ese aforismo martiano, y en el contexto del cuarto aniversario del lamentable deceso de la periodista Elsa Claro Madruga (1943-2021), quien -según José Martí- integrara el bando de los que «aman y fundan», sobre todo en los tiempos convulsos que vivimos, y en donde prevalecen el odio y la violencia.
Elsa era panelista de la Mesa Redonda Informativa y colaboradora de los diarios Granma Internacional y Juventud Rebelde, así como de la centenaria revista Bohemia y de la nonagenaria Radio Progreso, donde la conocí desde hace más de dos décadas.
En esos medios de prensa plana, radial y televisiva realizaba —con mesura y objetividad— puntuales análisis de la situación socio-política internacional, que era —sin duda alguna— el «plato fuerte» preferido por ella en el contexto de un periodismo, caracterizado —en lo fundamental— por la eticidad, la integridad, la integralidad, y sobre todo, por el amor a la verdad y a la humanidad.
Así era como este cronista percibía los comentarios especializados acerca de temas internacionales desarrollados por tan admirada y respetada colega en periódicos y revistas nacionales, así como en la pequeña pantalla y en la Emisora de la Familia Cubana, donde tenía un segmento fijo en la revista A primera hora, al igual que en los espacios informativos de la Onda de la Alegría.
Elsa Claro era miembro ilustre de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC); organizaciones a las que honró como profesional de la cultura y de la prensa.
Si bien estábamos distanciados física, pero no afectivamente, desde hace más de un año, como consecuencia de la letal pandemia de COVID-19, que azotó no solo a la mayor isla de las Antillas, sino también a todo el orbe, no por ello dejé de sentir una honda pena cuando escuché por el Noticiero Nacional de Televisión (emisión vespertina), la triste noticia relacionada con el deceso de Elsa Claro, cuya alma buena y sana ya descansa en paz.