Con una guitarra y la garganta sembrada de ternuras, José Tejedor (La Habana, 7/8/2022 – + 2/11/1991) colmó de boleros las mejores horas del éter cubano. Mis horas contigo, de su propia creación, desde 1967 surcó ventanas, patios y corazones desde las bocinas de los radiorreceptores.
Él cantaba a la misma hora en que los relojes parecían suspenderse en el silencio nocturno. Y con eso era suficiente.
Desde los inicios, y siempre, la radio era su interlocutora; cómplice que amplificó silencios y devolvió ecos transformados en cariño popular. En sus horas con la radio, se cruzaron los relatos de un público que coloreó la melancolía con el timbre de su voz, para descubrir que también se puede hablar del amor en voz baja. Sí, porque Tejedor nunca fue un intérprete de estridencias.
Mientras algunos boleristas buscaban luces y resonancias, él afinaba la penumbra. Su voz, ligeramente ronca y sin alardes, parecía surgir de un lugar en que alguien añora un amor perdido. En ese andar a través de la radio, lo acompañaron locutores sobrios, conocedores del peso emocional que tenía pronunciar su nombre al aire. Fue un artista de presencia constante, nunca fugaz.
Desde Radio Progreso hasta emisoras provinciales, sus horas con la radio dejaron huella en generaciones que aprendimos que la nostalgia, además de cantarse, se vive en los zumbidos del dial. Al grabar sus discos fue un artista de estudio; en los escenarios, le perteneció al público, y siempre fue un artista del aire. Cada interpretación fue hecha para no repetirse; sabía que la radio es un acto de presencia que se transmite y luego forma parte del recuerdo.
Sus inicios le fueron difíciles. A la edad de quince años, el vecino de Santos Suárez se apareció en CMQ Radio para cantar en La Corte Suprema del Arte. El color de su piel, ser invidente y pobre, además de su corpulencia, eran elementos que no aplicaban en los cánones del espectáculo de finales de los años treinta. Pero él persistía en el empeño; cantaba en fiestas y cafés hasta que un buen día, ¡por fin!, le tendieron la mirada.
En 1958, grabó en los estudios de Radio Progreso. Al año siguiente lo hizo con la disquera Rosy, acompañado por el pianista y arreglista Javier Vázquez. Más tarde, fue contratado por Discuba, Areito y Siboney. Su discografía incluye títulos como En las tinieblas, Como nave sin rumbo, Mi Magdalena, Pasión sin freno y Llora corazón. Cada grabación testimoniaba su estilo sobrio y afinado, con dicción y emoción conmovedora.
En su carrera tuvo mucho que ver cuando unió su voz a la de Luis Oviedo, cantante de timbre agudo y falsete limpio. Juntos formaron un dúo único, el de Tejedor y Luis. Tejedor con voz grave y reposada, y Oviedo con su vuelo melódico. Ambos construyeron un diálogo armónico entre sus registros.
Grabaron boleros inolvidables como Escándalo, Doce veces y Con tu nombre en los labios; se presentaron en fiestas y bailes populares, centros nocturnos y programas de radio. Aquella química vocal es referencia en la historia del bolero cubano.
Los espacios de música romántica, y los de poesía, contaron siempre de modo reiterado con la presencia de Tejedor.
Con su estilo, José Tejedor le acrecentó el lujo al bolero, impregnándole sobriedad y calma. Lo hizo para cantarle al amor como pocas veces se ha hecho.
En esa aventura la radio fue confesora; por eso son eternas sus horas con ella.