La sala «Villena» de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) fue el sitio idóneo para evocar la sagrada memoria de Sigfredo Ariel Pérez Guedes (1962-2020), guionista y director de espacios radiales, televisivos y cinematográficos, así como profundo conocedor de la música tradicional cubana, la auténtica, la verdadera, con motivo del cumpleaños 63 y quinto aniversario del lamentable deceso de esa ilustre personalidad de las letras insulares.
La escritora Dazra Novak, quien preside la Asociación de Escritores de la UNEAC, pronunció las palabras de apertura, y calificó a Sigfredo Ariel como un «hombre versátil, talentoso y que sembraba la esperanza; un gran amigo, un poeta con facilidad para lograr la comunicación mediante su poesía […]».
En otra parte de su intervención, destacó los valores literarios, éticos, estéticos, humanos y espirituales sobre los cuales se estructura la sólida obra poética del vate y radialista villaclareño, y al mismo tiempo, llamó a los presentes a revisitar la producción intelectual y espiritual de Sigfredo Ariel en el campo de la literatura cubana; valioso aporte que se caracteriza —en lo fundamental— por la alegría, la bondad y un enfoque ético-humanista por excelencia, precisó Dazra Novak.
Con posterioridad, varios intelectuales que estuvieron muy cerca de Sigfredo Ariel, tanto profesional como afectivamente, señalaron —con letras indelebles— no solo sus disímiles virtudes como poeta, sino también como ser humano único e irrepetible, cuya divisa esencial en lo que se refiere a relaciones interpersonales y sociales era sumar, sumar, jamás restar o dividir.
En ese contexto, la locutora Yanela de la Rosa, explicó que Sigfredo Ariel «era un hombre de radio, sin duda alguna, [porque] no todos los directores tienen el deseo de trabajar con un joven […] formarlo [y familiarizarlo con los «mágicos secretos» de la radio, que es «sonido para ver»]. Escribía para cada locutor, pensaba cómo lo iba a decir, lo dirigía [y] me enseño a escuchar música de todo tipo». Tanto es así, que «hay muchas frases que yo mantengo y que él escribió para mí. Me sigue acompañando en sus lecciones sobre la seguridad [yoica], la cultura, cómo comportarse con los invitados […]. Marcó mi vida grandemente [tanto en lo profesional, como en lo personal]», concluyó.
¡Gloria eterna al espíritu noble y bueno de Sigfredo Ariel, quien ya puede mostrar al cielo —con legítimo orgullo— su obra lírica y radial acabada!

