Eliseo Grenet es uno de los grandes compositores y pianistas que ha dado Cuba. Nació en La Habana el 12 de junio de 1893, y desde pequeño se entregó al piano. Su precoz pasión y talento cristalizaron en obras que hoy son parte de la música cubana.
En el ambiente de la primera mitad del siglo XX, géneros como el son, el bolero y el tango-congo se alzaban definidores de la identidad sonora de la mayor de las Antillas, y en medio de esa realidad Grenet apostó por la fusión de tradiciones criollas con influencias emergentes del jazz y la música popular internacional.
En 1925 fundó su propia orquesta jazz band, con la que deslumbró en el Montmartre y el Jockey Club. Su obra fue más allá los escenarios nocturnos, pues también incursionó en el cine y revistas musicales, para contribuir a la expansión de la música cubana más allá de las fronteras insulares. La formación de la banda incluía al propio Grenet en el piano, junto a otros músicos destacados, lo que propició la interpretación de sus piezas con un estilo innovador.
Uno de los aspectos más sobresalientes de su carrera, fue su participación en 1927 en la zarzuela Niña Rita. Junto con Ernesto Lecuona, presentó el famoso tango-congo ¡Ay Mamá Inés!, que devino símbolo interpretado de modo magistral por Rita Montaner, primero, y entronizado después en el icónico estilo de Bola de Nieve.
Con ¡Ay Mamá Inés!, Grenet evidenció su talento para captar el alma del ritmo y transformarlo en todo un relato musical. Cada acorde y cada compás llevan consigo el eco de una Cuba que permanece inscrita en la memoria de quienes aman la mejor música.
En una época convulsa y de continuos cambios, su vida sufrió los altibajos impuestos por aquellos tiempos. Atravesó momentos difíciles que lo obligaron a exiliarse temporalmente en Europa y Estados Unidos. Lejos de resignarse a la adversidad, supo retomar su vocación, para con ella llevar el sabor y el ritmo de Cuba a escenarios internacionales, donde su legado se consolidó como uno de los grandes embajadores de la identidad caribeña en el mundo.
La influencia de este cubano trascendió la ejecución técnica; por ello su obra resuena con el ímpetu de una cubanía que se reinventó para recordar que la esencia de una nación radica en su capacidad transformadora de todos sus eventos, sean cuales fueren, en melodías que trascienden.
Nuestra Radio Cubana tuvo en Eliseo Grenet un factor constitutivo. Sus composiciones, impregnadas de esencia criolla se ganaron un sitio privilegiado en las ondas hertzianas. Durante las décadas de 1920 y 1930, cuando la radio se consolidaba como el medio masivo por excelencia, muchas de sus obras devinieron cantos de la cotidianidad acompañantes en la vida de generaciones.
El presente da fe de aquella presencia. Programas emblemáticos en emisoras como Habana Radio rescatan y preservan el tesoro discográfico de Eliseo Grenet. Sus piezas sirven para evocar la Cuba de antaño y con ellas celebrar la riqueza de tradiciones que nunca pasan de moda y colorean el panorama sonoro.
La música de Eliseo Grenet nutrió de notas impares el alma cubana. Piezas de lirismo como Las perlas de tu boca y Tabaco verde, con su poética musical hacen lujo de elegancia y buen gusto.
Otras de cadencias bailables, entre ellas Si muero en la carretera y Si me pides el pescado, personifican la alegría y el buen humor. También fue Eliseo el creador del sucu-suco Felipe Blanco, obra representativa del son pinero, erigida leyenda.
Si pareciera poco, tengamos presente su vinculación con la poesía de Nicolás Guillén, de quien musicalizó Negro bembón y Sóngoro cosongo, prototipos de una cubanía consumada.
A Eliseo Grenet le debemos mucho, y bueno. Las décadas de los años 20 y 30 del pasado siglo, en su narrativa histórica, requieren mención y reconocimiento.