Celina González: Nuestra eterna Diosa Guajira
En ella se sintetiza la tradición que va de padres a hijos, y, ¿por qué no?, su canto emerge de esa unión que se produce cuando lo español y lo africano se funden más allá del sonido de la guitarra y el toque del tambor, para ocupar su lugar junto a la yagua de palma real que sirve de bandeja al criollo “macho asado”.


Una mujer que desde el surgimiento mismo de la Radio fue un mito de profundo arraigo popular, refugiada española y gran dama de las hondas hertzianas.
Es 2 de mayo de 1938. La corte suprema del arte, el afamado programa radial de la CMQ de Monte y Prado, está en la cumbre de la popularidad. Noche a noche, desfilan numerosos aspirantes ante el micrófono que puede consagrarlos rápidamente, siempre bajo la amenaza constante del campanazo reprobatorio. Y esa noche, una muchachita tímida y bella, estudiante de bachillerato del Instituto de la Habana llega a recitar. Su nombre: Julia Guerra Fernández
Los héroes se apropian de la memoria infantil en esa edad dichosa de sueños y fantasías. Después de más de medio siglo, si las personas de mi generación, le preguntaran ¿cuál es el recuerdo más fuerte, más perdurable, que guarda de aquellos años cuando la radio es el medio novedoso que logra reunir a su alrededor a toda la familia, entre suspiros, gestos de dolor o de alegría de acuerdo al desenlace de la trama y el destino de los protagonistas? Ante tal pregunta, creo que la mayoría responderíamos: por siempre tendremos a Leonardo Moncada en la memoria.