Bajo los brillos de Hanoi

Por debajo de la luminosidad trepidante del Vietnam actual, con sus edificaciones acristaladas que se empinan hacia el cielo, las miles de motos y vehículos que se disputan las calles de Hanoi, los pequeños y pintorescos comercios en los que se expende lo humano y lo divino, los enormes carteles digitales que anuncian desde mundiales marcas norteamericanas a humeantes Habanos cubanos, sigue discurriendo abundante, como las aguas de los famosos y numerosos ríos del país, la generosidad y la hermandad de un pueblo que no se olvida de su historia ni de sus amigos verdaderos. El cubano que pasa a rendir honores al Tío Ho, en el mausoleo tan solemne como impresionante que le honra en el centro político de la capital de la nación, siente como si este hombre venerado se tomara otra de las siestas que le son comunes a su gente, para levantarse luego en su cercana cabaña de madera a continuar guiándolo en su destino. Lo esperan los pocos bienes de un líder cuya humildad toca todo en este país, entre estos los toronjales y otros frutos y árboles que sembró, y los peces que alimentó con sus manos en el pequeño lago que debió prodigarle a su alma la misma paz interior que ahora regala a la de los visitantes. En el lago donde radica la cabaña del tío Ho. De izquierda a derecha: Bolivia Tamara Cruz, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidenta de la UPEC en Villa Clara; Ricardo Ronquillo Bello, Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba y Lisván Lescaille, director del Telecentro Solvisión, de Guantánamo. Quien recorre, aunque apurado, con el corazón abierto a las emociones, estos espacios que tanto marcan el pasado y la gloria del pueblo de los anamitas, tan preciosamente descritos por José …

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Recuerdo a Juan Emilio Friguls

En la cobertura del sector cultural era de los inevitables, El cronista, que también andaba en lo mismo, no concebía un certamen de la Casa de las Américas, un festival de cine o de ballet, un encuentro de teatristas o una fiesta del bolero, sin verlo.  Siempre con la última información en la mano y dispuesto a tirarle el cabo al despistado o al novato.  No perdía la compostura ni aún cuando se acalorara, y era de los pocos cubanos que, sin chistar, soportaba el cuello duro y la corbata en lo más ríspido del verano, aunque de cuando en cuando no era remiso a lucir una impecable guayabera de manga larga.

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Radio Cubana: Patrimonio musical sin nostalgia

La radio cubana nació bajo el signo de la música. Músico fue quien lanzó al éter, el 22 de agosto de 1922, cien años atrás, la primera señal de transmisión continua —Luis Casas Romero, luchador independentista, oficial del Ejército Libertador, flautista y compositor no solo de su más emblemática obra, El mambí, sino de una veintena de criollas, una docena de danzones y cinco zarzuelas y juguetes cómicos, y músicos fueron —entre ellos la inmensa Rita Montaner, al interpretar Presentimiento, de Eduardo Sánchez de Fuentes— los que mes y medio después, cuando el gobierno neocolonial de Alfredo Zayas, con un discurso pronunciado como corresponde en inglés al amparo de una corporación estadounidense, marcaron la impronta cubana en el acto oficial de partida de la radiodifusión doméstica. Noticias, partes meteorológicos, publicidad, comentarios de actualidad… pero siempre música. Incluso en los días en que los cuadros de comedia y, sobre todo, la naciente radionovela —nada que ver con las soap operas de las emisoras del vecino norteño— magnetizaron las audiencias, la música siguió siendo columna vertebral de la programación radiofónica. El investigador Gaspar Marrero recuerda cómo, doce años después de la hazaña de Casas Romero, en medio del primer auge de la radiodifusión a lo largo del país, existían 77 programas musicales, 33 de ellos dedicados a canciones y tangos —la fiebre gardeliana llegó a Cuba como si fuera un virus— y 33 a la llamada música clásica. Dicho sea, y no de paso, que el confinamiento especializado de la música de concierto a prácticamente una emisora, como sucedió después de la fundación de CMBF, algo que increíblemente se mantiene hasta hoy, es un fenómeno que merece ser estudiado a la luz de la concentración y la competencia comercial, la dictadura de los patrocinios y la desvalorización de nociones culturales asociadas al nacimiento del …

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La radio: Un jonrón de felicidad

A las 7:50 de la noche en mi casa era casi religioso sentarse a comer escuchando Alegrías de Sobremesa, de Radio Progreso. Al lado izquierdo de mi abuelo había un radio, que él bajaba o subía el volumen cuando comenzaba Eduardo Rosillo a decir: “Y continuamos riendo con un libreto de Alberto Luberta y la actuación de Marta Jiménez Oropesa, Aurorita Basnuevo…”.

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Radio Cubana, cien años de creación

Desde sus primeros compases continuos hasta la hora actual, la radio cubana nunca ha dejado de concebirse como un acto de creación. Quiere esto decir que la originalidad, las maneras de relacionarse con los públicos y el particular reflejo e incidencia en el devenir histórico de la nación caracterizan la singularidad de un ejercicio sostenido en el tiempo. Estamos ante un hecho cultural de largo y penetrante aliento que cumple hoy un siglo de existencia. Cultura entendida como compromiso ciudadano, afirmación identitaria, construcción de imaginarios y ampliación de horizontes y expectativas espirituales. Aun cuando casi durante sus primeras cuatro décadas la radio respondió, mayoritariamente, a intereses corporativos y comerciales, en esa etapa se registraron hitos de innegable valor y audacia. El nacimiento y cristalización de la radionovela como género autóctono se reconoce como matriz de códigos que muy pronto fueron adoptados por el quehacer radiofónico en América Latina, y marcó la diferencia con las formas predominantes en las emisoras estadounidenses y europeas. La apelación al desborde sentimental, las referencias a conflictos humanos cotidianos, la promoción de valores éticos sustanciales más allá de la simple confrontación entre el bien y el mal, el reciclaje de la cultura folletinesca y la revalorización de escenarios domésticos en los que se evidenciaban desventajas sociales, se hicieron visibles en el cuerpo de las radionovelas de mayor impacto popular entre los años 40 y 50 del pasado siglo. Autores como Félix Pita Rodríguez, Dora Alonso, la mexicana aplatanada Caridad Bravo Adams, Iris Dávila, Aleida Amaya, Nora Badía, Mercedes Antón, Roberto Garriga, Jorge Jiménez y Rafael Paz cumplieron con esas premisas y fomentaron un paradigma adoptado por radioemisoras y luego por televisoras en varios países de la región. Félix B. Caignet, sin duda el más exitoso autor cubano de radionovelas, afirmó en su día: «Nunca pretendí escribir …

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