Es como una religión que contamina y pervierte las mentes, profesada por los grandes gobernantes e ideólogos de Estados Unidos; puede interpretarse también como algo obsesivo que, como droga fatal, los poderosos medios de comunicación de ese mundo loco le inoculan en la sangre a sus ciudadanos ya desde la más temprana edad. La abrumadora mayoría de los seres humanos de este mundo interpretan el armamentismo como lo que es, un cáncer que puede llegar a destruir el planeta, pero para el imperio es un objetivo perenne desde los tiempos de Búfalo Bill, y que también nos recuerda nuestra época de adolescente cuando, admirados, disfrutábamos las películas de cowboy, en las que el héroe descargaba sus revólveres cientos de veces sobre los «indios malos». Confieso que llegue a sentir una profunda admiración por aquellos, «los verdaderos malos».