Cuba y lo que significa una nueva Constitución

La redacción, aprobación y puesta en marcha de una Constitución es un acontecimiento trascendente para la vida republicana de cualquier nación en todos los sentidos. De ahí la convicción de que una Constitución es asunto, interés, derecho y deber de todos y cada uno de sus ciudadanos. 

En la vida nacional cubana – inclusive antes de la conquista de nuestra independencia de España – el constitucionalismo ha sido un elemento esencial. Con el triunfo de la Revolución Cubana, luego de un periodo de ordenamiento político, social y económico, se promulgó la Constitución de 1976 que por vez primera proclamó el carácter socialista del Estado Cubano; esa misma Carta Magna ha sido modificada en tres ocasiones para adecuarla a nuevos contextos históricos concretos. 

Desde hace varios años Cuba implementa la Actualización del su Modelo de Desarrollo Económico y Social, el cual implica nuevas formas de propiedad en la esfera productiva con el propósito de consolidar las conquistas de la Revolución, al tiempo que ante la nueva realidad mundial logremos un Socialismo próspero y sustentable. Las nuevas formas de propiedad en el ámbito de la producción y los servicios – en las que se contempla la inversión extranjera compartida con el Estado – no contradicen ni representan antagonismo alguno con el carácter irreversible del Socialismo cubano. El Estado y sus órganos de poder, como tales, se adecuarán orgánicamente para estar más a tono con todo lo nuevo; eso explica el ordenamiento político de los órganos de la administración del Estado.

Todo tiene como propósito la consolidación de nuestro proyecto y de su inspiración ideológica, al tiempo que la empresa estatal socialista seguirá primando como fundamental para el desarrollo, el bienestar popular y la soberanía nacional.   

Las Constituciones no se redactan por mero capricho; la que aprobaremos, como todas será expresión de una nueva realidad en las esferas de la creación de la riqueza material y espiritual. Es lo que hace de ella una necesidad histórica que sirva de marco jurídico para otorgar carácter legal pleno a los Acuerdos de los VI y VII Congresos del Partido Comunista de Cuba. 

Para Cuba como Estado soberano y para el mundo que interactúa con nosotros en base al respeto mutuo, la Constitución que será sometida a consulta popular desde el 13 de agosto al 15 de noviembre de este año 2018 se corresponderá con la implementación de las actuales y futuras decisiones que en el orden político, económico y social apliquemos. Es el momento preciso de armonizar la ley fundamental con la realidad misma. 

La Constitución que se pondrá en vigencia una vez aprobada por el pueblo cubano es consecuente con el Concepto de Revolución expresado por Fidel el 1º de mayo del año 2000. Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado y sentido del momento histórico. Muchos años antes, Fidel también expresó la necesidad de “hacer en cada momento lo que en cada momento debemos hacer”. Con su sabia visión Fidel nos proveyó un caudal de razones morales, prácticas, lógicas, tácticas y estratégicas para la consecución de nuestro proyecto nacional socialista, democrático, inclusivo y soberano. 

La Constitución de la República de Cuba que pronto refrendaremos es un gesto absolutamente soberano de la nación cubana, y por ello es nuestro derecho y deber conocerla plenamente y en detalle, así como respetarla y hacerla respetar con vocación ciudadana. Ella será expresión de nuestro contexto social e histórico. Sus leyes y normas dictarán cómo habrá de conducirse y comportarse cada ciudadano y cada institución. Como ley de leyes, nada ni nadie estará por encima de ella; provee deberes y derechos plenos, excepto el de incumplirla o violarla. 

La Constitución significa legalidad y también, soberanía; expresión de la libre voluntad del pueblo que la hace realidad y para cuyo bienestar pleno existe. Ahí radica su importancia y nuestro compromiso sagrado de defenderla. 

Las leyes y el derecho nunca marchan ajenas a la realidad. La Carta Magna que aprobaremos refleja, por tanto, nuestro contexto actual; la fortaleza y el carácter irrenunciable de nuestro modelo Socialista Cubano y el sagrado deber y derecho de salvaguardar nuestra soberanía. 

Como la de 1976 se encamina a la perfectibilidad de nuestro proyecto político, económico y social, y mantiene el sueño martiano de que su primera ley sea siempre el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

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