La jauría revuelta

Es  algo así como empeñarse en enterrar la solidaridad humana y suplantarla por el más abyecto egoísmo. Se desgastan, al parecer ya no saben que más hacer para lograr un propósito que, de antemano, jamás se materializará, es decir, volver al siniestro pasado de la Cuba colonial, rendida a los pies de Don Dinero, allá por el norte de la otra América.

No es que estén aburridos, es que están enquistados y ya, impotentes, se disponen a inventar cualquier cosa por estúpida que sea. Ahora se les ha ocurrido inventar una -¿nueva? consigna- para que la haga suya un segmento de nuestra población, los jóvenes,  desconociendo no solo de lo que ellos son capaces hacer a favor de la revolución, si no lo que han logrado históricamente luchando por las causas más justas. ¡Figúrese usted!, pretenden suplantar la famosa e irrenunciable frase de Patria o Muerte por Patria y Vida.

Y uno se pregunta ¿será posible tanta maldad unida a una ignorancia realmente grotesca? ¿Es que quieren continuar desandando entre el cieno y la podredumbre?

Son tan bárbaros que pretenden incluso ser singulares y descubrir el agua tibia. ¡Señores malos cubanos! Ustedes no han inventado nada nuevo: ambas frases, Patria o Muerte y Patria y Vida fueron pronunciadas, nada más y nada menos, que por el propio líder de la revolución Fidel Castro Ruz. Claro, como no quieren leer ni estudiar un poco, el resultado es el ridículo.

Les aclaro: recientemente nuestro Diario oficial Granma publicó, muy oportuno, que un 23 de diciembre de 1999, conversando con pioneros, Fidel, entre muchas ideas altruistas les dijo: “…nosotros no debemos renunciar a la idea de Patria o Muerte ni a la idea de Socialismo o Muerte, y voy a decir como dijo una joven diputada en la Asamblea Nacional: ¡Patria y Vida! ¡Vida para ustedes es la que queremos!

Definitivamente, debemos llegar a la conclusión que estamos presenciando una mafia que actúa sin el más mínimo vestigio de responsabilidad y mucho menos de amor a su propia patria, porque no es posible amar a la tierra que nos vio nacer insultándola y vendiéndola como una mercancía inservible y barata al vecino del norte, con el único empeño de obtener alguna limosna que le tire al suelo el amo terrible y despiadado.

Estas ideas me despiertan la memoria y me llevan al pasado en Cuba, recordando a personas de la alta burguesía criolla que visitaban la iglesia para lavar sus pecados con un Ave María y, de paso, tirarle –no entregarla en la mano para no mancharse- una moneda a seres hambrientos que se encontraban en el exterior del recinto.

Cuando escribo me parece que nuestro José Martí está a mi lado encauzando mis pensamientos con dos de sus magistrales ideas:

Pesan mucho sobre el corazón del genio honrado las rodillas de todos los hombres que la doblan”.

Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor”.

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