Mayo es por antonomasia el mes de los aguaceros, cuando los mangos empiezan a agarrar su punto. El octavo día de este mes en 1894 nació en Santiago de Cuba Miguel Matamoros. Imagino que en el barrio Los Hoyos que lo vio venir al mundo, hubo muchos que se preparaban para la guerra independentista que estalló un año después.
Como buen cubano, cuando apenas era niño ya se revelaba en él su afán por la música. A la edad de siete años andaba por el barrio con su filarmónica; con ella tocaba en cualquier casa del vecindario, y hasta se hizo popular entre los tabaqueros, que lo llamaban para que entonara piezas populares. A cambio de aquello, lo recompensaban con golosinas.
La adolescencia fue difícil para él. Como era huérfano de padre, tuvo que ayudar al sustento familiar; primero trabajó en una fábrica de mosaicos y luego en un aserrío.
Para Miguel la guitarra resultó indispensable. Aprendió por su propia cuenta con la de su hermano Ignacio, quien la había dejado a un lado. Como era zurdo, la encordó a la inversa y de esa manera empezó a tocarla, sacándole notas únicas.
Pasados tres años, cuando empezó a recibir las clases, tuvo que poner otra vez las cuerdas como antes para manipular los trastes con la mano izquierda y pulsar con la derecha, algo que en nada redujo su encantadora forma de tocarla.
Un día sorprendió a su patrón con un disco grabado junto con Siro Rodríguez y Rafael Cueto, dos muchachos también santiagueros quienes, como él, estaban apasionados por la música. Aquella grabación fue posible gracias a un breve viaje que los tres buscadores de gloria hicieron a Nueva York. El bolero “Olvido” y el son “El que siembra su maíz” fueron las dos primeras composiciones que le dieron popularidad.
En la vida musical de Miguel Matamoros, la Radio Cubana ha sido y es escenario de primer orden. Conocedor de la importancia del medio, en 1926 visitó La Habana, entre otros propósitos cultuales, buscando acceder a la radio inaugurada cuatro años antes.
Doce años después formó parte de un jurado organizado por Radio Lavín, Mil Diez, junto a Gonzalo Roig, Rita Montaner y Eliseo Grenet. En la década de los años cuarenta frecuentaba la CMQ Radio y la Mil Diez, misma que fue testigo de la incorporación de Benny Moré al Conjunto, en 1945.
Miguel fue un renovador. El ritmo provenía del lomerío oriental; no fue creado precisamente por él, pero le correspondió bajarlo de la altura geográfica, perfeccionarlo y hacerlo popular a lo largo y ancho de Cuba y en el mundo entero.
El trío Matamoros, su Conjunto y en una última etapa el Cuarteto Maisí integran capítulos de una historia memorable del Son y la música cubana.
Como compositor resultó pródigo en cantidad y calidad, un verdadero clásico del Son ya que todo lo hizo diferente y digno de imitar. A cuanto compuso lo caracteriza la belleza y el equilibrio melódico; sin nada de complicaciones, grande en su sencillez. Elaboró una fórmula que hizo de su repertorio uno de los más versionados fuera de Cuba sin contar la propia gloria que le valió interpretarlo.
Su presencia se extendió a la Conga, la Guajira Son, Boleros, Boleros-Sones, Pregones y Rumba. A quien diga que este último género no formó parte de su agenda musical, le invito a escuchar “Hoy la Rumba”, compuesta por él y grabada por la firma Panart Nacionalizada, en un Larga Duración de los años 60, con Juana María Casa “La Mariposa”, y acompañados por el Cuarteto Maisí.
Miguel Matamoros, Prometeo del Son, se coronó como su rey. Afirmó en la Radio Cubana la cadencia, sabrosura y elegancia del género que bajó de la loma para hacerse soberano en la ciudad y el llano. Nuestra Radio porta la llama de ese fuego musical apasionante que un día lejano prendió en el santiaguero barrio de Los Hoyos.