-¡Patatica…!
-¡Síii!
– ¿Qué te gusta más: la salsa o el pescado?
– ¡Yo…!
– ¡Totaaa!
Esa zalamería chispeante y criolla inundaba el éter radial cubano en la primera mitad de los sesenta. Aquellos eran tiempos de televisores rotos o descontinuados, casi imposibles de reponer, y la radio devino anfitrión por excelencia.
Familias enteras se reunían en torno al receptor para escuchar espacios como “Nocturno”, «Sorpresa Musical”, “Festival” y muchos más, entre los cuales hizo gala el espacio de la noche “Fiesta a las Nueve” a través de Radio Liberación.
Era cosa de reír en grande con Manolín Álvarez en el personaje de Pepe; José Antonio Rivero como Rufino del Pino de Sasagoitía “el hijo de Pichilingo y Puchucha”, y la ocurrente y temperamental Tota, interpretada por la cienfueguera Maritza Rosales, figura inolvidable del arte dramático en Cuba.
Qué tiempos para aquellos que hoy peinan canas, y ¡para quienes prescindimos del peine, desde hace mucho!
El humorístico “Tota y Pepe”, como parte de “Fiesta a las Nueve” dio paso poco después al emblemático “Alegrías de sobremesa”, con Rita y Paco, de Radio Progreso. Ambos espacios dejaron una huella imposible de olvidar.
Esta vez voy a referirme a una actriz de rostro hermoso, mirada pícara y de pequeña estatura corporal, la simpática Patatica que, fiel a su fisonomía, encarnó Maritza Rosales. Este 10 de septiembre cumpliría 96 años de haber nacido en Cienfuegos como Silvia Maritza Rosales Pomares.
Sin que la casta tenga que ver, Silvia Maritza creció en un ambiente propicio para el arte; aunque, repito, el talento no se hereda, aunque en ocasiones pudiera coincidir. Cuentan sus biógrafos que su mamá cantaba muy bien, el padre era periodista y que su abuelo fue director de teatro.
Por encima de tan enjundiosa estirpe, lo cierto es que la muchacha vino al mundo con dotes naturales para el arte; eso explica por qué sobresalió como estudiante de ballet, declamaba de manera sobresaliente, y fue estudiante destacada en un Seminario de Arte Dramático y dominaba varios idiomas.
Cuentan que aprendió a declamar con Enriqueta Sierra, de quien aprovechó muy bien sus lecciones. Todo aquello acontecía en La Habana, mientras Maritza cursaba estudios de Ciencias Comerciales.
Paradoja lo último, ¿cierto? Nada para extrañarse, no ha sido ni la primera ni la única persona que, por alguna circunstancia, haya tenido que dar esos giros elípticos en su edad temprana.
Maritza debutó como actriz de teatro, y la radio llegó a ser su hogar-de-arte cuando se destacó en la RHC, Cadena Azul, CMQ, Unión Radio y Radio Progreso. Un buen día también llegó al cine y dejó su impronta en el Séptimo Arte cubano.
Quienes tuvimos la suerte de verla actuar en la televisión, damos fe de su carisma personal. Era una mujer jovial, tan simpática, que cautivaba con aquella mirada combinada con una sonrisa. Por eso asombra que su primera labor dentro de la programación humorista haya sido el radial de “Tota y Pepe”.
Tan memorables como aquel espacio, lo fueron sus presentaciones en televisión, especialmente en La Comedia del Domingo. Allí hizo disfrutar y reír junto a grandes como Antonio Palacios, Ana Lasalle, Eduardo Egea y Armando Soler. Aquel espacio era dado a presentar comedias de fama mundial, muchas de ellas de origen español.
Maritza fue genial encarnando sus roles. Recuerdo cuando hizo de esposa joven de un personaje encarnado por Armando Soler, y una vez que se disfrazó de sirena y reclinó su pequeño cuerpo encima de un sofá. En mi mente infantil de entonces quedaron aquellos flashes que siguen acompañando mis mejores recuerdos.
Hace tiempo que deseaba referirme a ella, y nada mejor que esta ocasión de otro aniversario de su nacimiento. Posponía armar estas sintaxis porque el mayor placer cuando escribo es hacerlo con la memoria viva del recuerdo.
Cuánto reímos, décadas más tarde, con su regreso a la televisión para encarnar a la simpática y exótica Nenita Pubillones en la telenovela “El año que viene”, escrita por Héctor Quintero. Aquel dueto supremo con Aurora Pita, quien encarnaba a su criada con aquellas ocurrentes gallegadas de la “menor pausa”.
Así debemos recordarla; con la sonrisa natural y sus inflexiones vocales de hermoso capricho. Se marchó en febrero de 2013. Ella fue, es y será, Maritza Rosales, de Tota a Nenita, dama del dramatizado, en especial de la Radio Cubana, donde brilló entre los más grandes.