«Morir es seguir viaje». Con ese aforismo martiano se ilustra esta crónica, dedicada con afecto, cariño y respeto a la memoria del periodista Silvio Herrera Cruz (1944-2022), quien fuera jefe de turno de la Redacción de Radio Progreso, así como miembro distinguido de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), y desde hace casi doce meses, emprendiera viaje hacia el encuentro con el «Espíritu Universal»; leitmotiv en la obra poético-literaria y periodística del Apóstol. Por: Jesús Dueñas Becerra Conocí a Silvio a través del periodista y filólogo Rafael Terry Aldana (1940-2006), quien era jefe de reporteros, corresponsales y colaboradores de la «Onda de la Alegría», y, además, director de la revista dominical RP-105. Herrera Cruz se caracterizaba —fundamentalmente— por su forma sui generis de gesticular, de hablar, sobre todo porque «subía los decibeles a planos insospechados», y era muy propenso a los «estallidos emocionales» cuando entendía que algo no funcionaba bien, pero la esencia íntima del yo auténtico, el verdadero, de ese hombre noble y bueno, así como la calidad humana que lo identificaba en el medio profesional y fuera de él, no había quién osara colocarla en tela de juicio o ponerla en duda. Una de las muchas pruebas que se podrían argumentar al respecto es la afectuosa acogida que le dio a la periodista Daynelis Rodríguez Peña, quien preside la Delegación de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) en la Emisora de la Familia Cubana, y reportera en la urbe capitalina. Este cronista es testigo de mayor excepción acerca de cómo Silvio se ocupó y preocupó. Por otra parte, era un ser humano con virtudes, defectos, debilidades y necesidades que configuraran su polémica personalidad; no obstante, le servía con gusto a quien lo necesitara, exigente al máximo en lo que al trabajo periodístico se refería, y con …