Melissa, el último huracán que tocó a Cuba, fue un verdadero monstruo climático, sembrando el pánico, el dolor y el desespero entre miles de cubanos residentes en las zonas que fueron atacadas por el meteoro, cuyas imágenes fueron recogidas con mucha valentía por nuestros periodistas y fotorreporteros, y que quedarán como huella visible de la desgracia.
Si reconocemos a diario la labor de los rescatistas, de los militares, paramédicos y funcionarios de la Defensa Civil en la delicada tarea de salvar vidas humanas, tenemos que exaltar también el coraje de nuestros colegas, que en situaciones difíciles estuvieron, con cámaras, grabadoras y micrófonos, recogiendo minuto a minuto los acontecimientos de este huracán.
Esa actitud de nuestra prensa y de nuestros medios de comunicación, revestida de coraje y de entrega a toda prueba, merece también el aplauso de todos.
Esos periodistas que no midieron riesgos en zonas inundadas por el desborde de ríos, en edificaciones quebradas con peligro de derrumbe, en áreas donde la tierra se deslizó peligrosamente, fueron hoy émulos de sus colegas corresponsales de guerra. Los une el valor, el coraje, la disposición y la entrega para cumplir tareas a pesar de riesgos y peligros.
Cada imagen transmitida desde un vehículo anfibio o desde un helicóptero, junto a los combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, nos hizo recordar a muchos, en situaciones similares, que el deber no se cuestiona ante lluvias, tormentas o balas. Ese es un principio inviolable entre los periodistas cubanos, sea cual sea el escenario en que le toque trabajar.
Desde nuestro Círculo de Corresponsales de Guerra de la UPEC, reconocemos la valentía de nuestros colegas-hermanos —hombres y mujeres—, que dejaron todo atrás para estar en la primera línea e informar oportunamente lo que acontecía en el oriente del país.
A ellos nuestro abrazo y reconocimiento, una vez más la prensa cubana en la primera línea, sean cual sean las circunstancias, pero con un coraje que no cabe en el pecho de cada uno de ellos.

