Si queremos ser verdaderamente objetivos, hay que reconocer que Estados Unidos es una gran potencia, sobre todo militar y, con razón, se debe calificar como un imperio, sin dudas el más poderoso de la historia. Por supuesto, no descubro nada nuevo a estas alturas, sin embargo, creo que lo apuntado va más allá del simple enunciado, y hace que lo califiquemos como un azote o una pandemia que sufre la humanidad desde que, como parto anómalo, nació allá por 1776 para hacerle la vida insoportable al mundo mediante sus intervenciones militares, injerencias, abusos, robos, chantajes, usurpaciones, manipulaciones de sus medios de comunicación con miles de mensajes tóxicos y el uso de la guerra como arma predilecta. Es como una ansiedad perversa por el dominio total de vidas y recursos, suplantando la persuasión por bombas, el respeto entre las naciones por la injerencia, y la paz por la guerra.
Pero, desde hace ya algunos años se aprecia su malévola presencia en distintos conflictos entre naciones, mediante la táctica del ocultamiento para aprovechar para sí los grandes dividendos que le ofrecen los litigantes. Es algo así como tirar la piedra y esconder la mano. Intento, como ejemplos, ampliar lo que he afirmado: Rusia-Ucrania, quieren lograr dos objetivos: debilitar a Rusia en el terreno militar y apoderarse de grandes recursos naturales de Ucrania; le envían muchos recursos a esta última porque saben que se multiplicarán para sí con creces.
China-Taiwan, intervienen apoyando a Taiwan para acrecentar los propósitos de neutralizar el concepto de una sola China, y además, -principalmente- porque el gran país asiático ha tenido la “osadía” de convertirse en un incuestionable poder económico que ya va dejando atrás a EE.UU.
Otro ejemplo es el de Israel-Palestina. La intervención del imperio en el conflicto se puede calificar como una de las acciones más repudiables. El objetivo es muy claro, no otro que mantener a Israel como gendarme celoso de los intereses imperiales en el Oriente medio, aún cuando el mundo sabe, perfectamente, que ese país es un Estado fascista. Lo que está sucediendo en este conflicto no hay dudas que pasará a la historia como uno de los sucesos más crueles del mundo, cometido con la más repugnante impunidad, y EE.UU. como patrocinador principal, entregándole el puñal a Israel para que le abra una profunda herida al noble pueblo palestino e, incluso, desaparecerlo como pueblo a través de un genocidio.
Dejo como último ejemplo el caso de la hermana Venezuela, y lo hago a propósito, porque unido a los conflictos anteriores, se descubre el colosal objetivo: mantener su hegemonía a ultranza en todo el mundo, porque ya empieza a percibir su debilitamiento. Y, naturalmente, “se ve obligado” a utilizar todo su arsenal para impedir que siga creciendo las ansias de libertad, derechos y paz de los pueblos. Así las cosas quieren desaparecer a su legítimo presidente constitucional para favorecer a una oposición corrupta que, de triunfar, se postraría a los pies del Tío Sam para obedecer ciegamente sus mandatos. Pero en todo este entramado se percibe otro objetivo, muy fácil de adivinar: la enorme reserva de petróleo de Venezuela, la quieren para ellos, y eso explica el apoyo que le brindan a la oposición, seguros y siempre lista para obedecer, aunque sea a costa de la dignidad del pueblo venezolano. Si en el empeño siniestro tienen que morir miles de bolivarianos, no importa, porque lo vital es el alimento para las fauces del monstruo.
La batalla por el respeto a esta humanidad no llegará jamás por la lucha entre demócratas y republicanos de EE.UU. en bochornosas contiendas electoreras. Va más allá. ¡Será entre los pueblos contra un sistema que los ahoga.! ; ¡entre los explotadores y los explotados!. En fin, entre el bien en su angustioso peregrinar por un mundo más justo, y el mal empeñado en sus crímenes. ¿El resultado? En nuestras manos está…¿A qué se esperamos?
“Cuando los imperios llegan a la cumbre de su prosperidad están al borde del precipicio que los devora”. José Martí