Un empecinado fantasma está sobre los pueblos de nuestra América. Depredador e insolente, tiene la certeza de ser amo y señor, elegido por el cielo para gobernar al mundo; no reconoce otros derechos que no sean los de él; castiga a los desobedientes; exige lealtad a ultranza; convierte en víctima al victimario; invoca a Dios en sus discursos y, minutos después, firma orden de guerra donde deben morir miles para salvaguardar la sacrosanta libertad a su estilo; no tiene amigos, únicamente intereses; no vacila en saltar sobre su posible presa. En fin, es como un tigre que mata por instinto y no piensa, pero éste primero piensa, y en una irrefrenable codicia, de un salto mortal mata.