Las llamas dieron paso a la justicia
Era una de aquellas tardes de los primeros días de diciembre de 1958, cuando una camioneta cargada de papeles y documentos, proveniente de Maffo, pueblo situado a un kilómetro de la ciudad de Contramaestre, perteneciente a la provincia de Santiago de Cuba, se internó por el camino que conducía al lomerío. Había avanzado apenas unos diez kilómetros, cuando se detuvo en un claro del bosque y de ella descendieron tres hombres vestidos de soldados de la tiranía batistiana, quienes después de cerciorarse que supuestamente no existían otros testigos, hábilmente bajaron la carga y la depositaron amontonada alejada del vehículo, le prendieron fuego y se alejaron retomando el camino de regreso al punto de partida.
Los autores de aquel hecho nunca imaginaron que desde lo alto de una colina cercana su accionar había sido observado por el campesino Pedro Mestre Boris, el que, una vez las llamas hubieran devorado presumiblemente aquel frágil combustible, bajó al lugar, donde la ceniza se esparcía movida por el viento, dejando al descubierto un documento, especie de libro, único testigo que casualmente escapó de la avidez de las llamas; el campesino lo tomó en sus manos, no sabía leer ni escribir, pero pensó que aquello era algo importante, pues, qué hacían aquellos soldados por allí, tan lejos, quemando papeles? ,así meditaba cuando tomó rumbo a su rancho, colocando el preciado trofeo en lo más profundo de su morral.