El maestro que recordaremos siempre

El maestro que recordaremos siempre es aquel que, con amor y paciencia, guió nuestros pasos por el buen camino, a través de todas sus enseñanzas; el que aconsejó en el momento oportuno sobre algún problema, ya fuera personal o de comprensión sobre determinada materia; ese que exige disciplina, resultados académicos y, además, reconoce los méritos de sus alumnos. Existen maestros que nos acompañarán el resto de la vida. Nunca olvidaré a Victoria y Cándida, docentes de los primeros grados en la escuela anexa de la Universidad “Felipe Poey” en La Habana. Es importante que los infantes, adolescentes y jóvenes pretendan seguir su ejemplo, lo que se traduce en admirar su forma de actuar en la vida, de hablar, de vestir, las relaciones con los alumnos y el resto de las personas, la forma de explicar las clases que muchas veces resultan complicadas y ellos se empeñan en que todos las comprendan, a lo que debemos añadir el agrado que ven en sus rostros a la hora de impartir los temas. También les atrae la consagración que los caracteriza. La mayor recompensa para un maestro es ver a sus alumnos convertidos en profesionales, técnicos u obreros calificados, hombres y mujeres de bien, admirados en las comunidades donde viven. Un país que garantice el número de maestros necesarios para desarrollar el aprendizaje en todas las ramas del saber propicia el bienestar de la sociedad, y puede considerarse próspero y privilegiado ya que tiene asegurado el porvenir. Un buen maestro es aquel que también domina el contenido que enseña y, por lo tanto, hace que el alumno se sienta satisfecho con las clases que recibe. Con ellos, se aprende cada día algo bueno para la vida. Les debemos la escuela como un lugar agradable y que muchas veces la consideramos el segundo hogar, …

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