Mensaje de Fidel Castro en la asamblea extraordinaria del Parlamento Cubano
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Mensaje de Fidel Castro en la asamblea extraordinaria del Parlamento Cubano
Se le ha conocido en Holguín como Vilma Pérez de Aguiar a partir de 1950, cuando contrajo matrimonio con el también locutor Justo Aguiar. Desde muy pequeña se inclinó por la actuación y la locución. A los 7 años participó en un programa de la emisora radial (CMKF) llamado El abuelito y sus nietos y a partir de entonces recitaba en reuniones familiares y del barrio.
Aquel 6 agosto de 1945, los pobladores de Hiroshima, al suroeste de la isla nipona de Honshu, apenas despertaban. Muchos iban a sus puestos de trabajo; los niños a los colegios. Todo parecía y era – hasta un momento – normal. Sus habitantes vivían la habitual cotidianidad. Pero… repentinamente, sin que nadie lo presintiera, transcurridos alrededor de 15 minutos después de las 8 de la mañana sintieron una fuerte detonación en el centro urbano; desde entonces todo cambió para siempre.
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Los filósofos de la antigüedad se preocuparon por el lenguaje y los signos. Este punto de vista inicial nunca dejó de ampliarse y diversificarse. Hoy los que hacemos radio debemos ocuparnos de la semiótica en dos campos básicos de la comunicación. El primero en una dimensión externa, ¿hasta dónde llega el sonido, dónde se percibe esa señal que se esparce no para el consumo social, sino individual?
Los componentes del lenguaje radiofónico, o, dicho de otro modo, las materias primas con las que trabaja la radio son cuatro: la voz (o el lenguaje de los humanos), la música (o el lenguaje de las sensaciones), los efectos sonoros (o el lenguaje de las cosas) y el silencio. Como es lógico, el uso que se hace de estas materias varía en función del tipo de programa y, así, mientras que en un informativo predominan las voces de aquellos reporteros y locutores que relatan las noticias, en una discoteca o en una revista musical es precisamente la música la que tiene un papel protagonista.
El principal denominador común de los componentes del lenguaje radiofónico es, ante todo, el patrimonio expresivo y su gran poder de sugestión. Utilizando sólo la voz, o sólo la música, o la voz y la música, o la voz y el silencio, o todas las materias primas a la vez, podemos lograr que el oyente se alegre o se ponga triste, que visualice en su mente un paisaje, que recree un movimiento, que sienta miedo, que se entretenga o que se aburra… Porque, en el universo radiofónico, todo es posible.