Lenguaje y creación del discurso radial

EL profesor Armand Balsebre, catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad en la Universidad Autónoma de Barcelona, aporta muchísimo sobre estos temas en el libro que, precisamente, lleva por título “El lenguaje radiofónico”: Conjunto de formas sonoras y no-sonoras representadas por los sistemas expresivos de la palabra, la música, los efectos sonoros y el silencio, cuya significación viene determinada por el conjunto de los recursos técnico-expresivos de la reproducción sonora y el conjunto de los factores que caracterizan el proceso de percepción sonora e imaginativo-visual de los radioyentes.

El discurso radiofónico y su lenguaje formado con sonidos, voces, entonaciones, silencios, músicas, etc., así como las mezclas posibles se caracterizan, a diferencia de los signos lingüísticos, en su naturaleza analógica puesto que es más difícil determinar las lejanías entre el signo y su significado si reparamos, por ejemplo, en los sonidos de una ambulancia o del auricular telefónico.

Los  signos en la radio tienen un gran parecido con la realidad. El valor radica en la verosimilitud. No es una recreación fría y distante, como la prensa escrita, sino que, en efecto, percibimos personas de carne y hueso que cantan, hablan, se equivocan, están ahí, lo dicen  que están ahí, y que nosotros estamos en contacto con ellos, creyéndoles en toda la realidad que les da el habla directa y viva.

Una palabra en la radio bien vestida, como la poesía, sugiere más de lo que usted pueda ver. Una de las primeras reglas de la comunicación es que para comunicar hay que agradar, y agradar significa, entre  otras cosas, tener un valor estético.

Si en un mensaje de afiche son  importantes los colores, las formas, y el juego de las imágenes, en la radio  las palabras, los contrastes de sonidos y la envoltura final de un producto auditivo determinan el consumo habitual de las propuestas radiofónicas.

El programa de radio, debe constituirse en una obra de arte, transformadora del entorno y a la vez vehículo para acentuar el gusto por el buen hacer. Revolucionar las formas de hacer los espacios radiales. El siglo XXI es un reto para los profesionales del medio. Hay que salir de los estudios y dejar las cabinas refrigeradas para buscar las audiencias perdidas u ocupadas por tecnologías alternativas. Una radio que no se oiga, está muerta.

Un noticiero u otro espacio de orientación o educativo puede emitirse hoy desde un parque bajo la sombra de un árbol y mañana en un centro de estudio o fabril. La radio debe caminar con la gente y repartir su sonido cara a cara de lo contrario podría fenecer y cumplirse los fatalistas pronósticos de la muerte de la radio.

Retomar los conciertos en vivo de agrupaciones musicales desde plazas y disímiles escenarios podría acabar con el pesimismo de productores y mercados deslumbrados hoy con la Internet y las nuevas tecnologías.

La radio está llamada a convertirse en una terapia para el alma, si logra combinar fielmente los sonidos, efectos y la música, como ingredientes esenciales. Hoy la  Musicoterapia  ha roto con los rígidos  esquemas tradicionales al descubrir los ritmos naturales en el ser humano, único punto de partida para la comunicación con el enfermo.  La radio está llamada a descubrir los verdaderos gustos de los  perceptores. Hoy se improvisa mucho delante de los micrófonos, se redacta poco y se ponen mínimos efectos que identifiquen el entorno comunitario. Puede parecer absoluto pero  es mejor que lo  compruebe usted mismo..

Autor