Marcelo Salado: Comandante muerto en campaña el 9 de abril de 1958

Marcelo Salado desarrolló con gran dedicación distintos deportes en especial la gimnasia y la pesca submarina, a la vez que practicó la docencia en la educación física.

Desde que se traslada a La Habana, no pasaría mucho tiempo en encontrar la vía para incorporarse a la lucha contra la dictadura.  Así, se vincula al Movimiento de la Nación, al cual perteneció hasta la detención de sus principales jefes y muchos de sus militantes incluyendo a Marcelo, el 4 de mayo de 1956, en que fue remitido al Castillo del Príncipe.  Fue allí donde conoció a combatientes del Movimiento 26 de Julio, ingresando al mismo, para ocupar hasta su asesinato el 9 de abril de 1958 las más altas responsabilidades.

Después de su primera detención y encarcelamiento se entregó en cuerpo y alma a la Revolución, lo cual alcanza su más alto nivel a partir de la llegada a La Habana de Faustino Pérez y Frank País, a finales de 1956, con la misión de reorganizar el Movimiento 26 de Julio. Fue en el apartamento donde vivía Marcelo donde se realizó una de las primeras reuniones de ambos dirigentes, situado en la calle Montero Sánchez 26, en el Vedado.

Sus vínculos con José Antonio Echeverría, máximo dirigente de la FEU, se fomentaron desde que ambos compartieron las aulas en el centro estudiantil la Progresiva, de Cárdenas.  Ellos compartieron ideas y preocupaciones revolucionarias, además de una gran amistad basada en intereses para el derrocamiento de la dictadura, y de lo cual se extendió a Fructuoso Rodríguez y Juan Pedro Carbó Servia.

Lo anterior motivó que Marcelo fuera tenido en cuenta para participar en los sucesos del 13 de marzo de 1957, lo cual no se concretó al no ser avisado oportunamente.  Sin embargo, junto a Sergio González (El Curita), participó en el rescate de un camión con armas abandonado en el barrio de Lawton, las que estaban contempladas en el apoyo a los asaltantes al Palacio Presidencial, las que posteriormente serían enviadas al Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra.

Llegaría el día 5 de Abril de 1957 cuando se produce la farsa dictatorial de convocar al Palacio Presidencial a numerosos representantes de las  clases vivas, léase, industriales, ganaderos, banqueros, burguesía en general, políticos de partidos que apoyaban a la dictadura, y otros. 

Para hacer fracasar el proyecto batistiano que en horas de la tarde del referido día y cuando el dictador hacía uso de la palabra se escucharon numerosos explosiones y disparos procedentes de hoteles cercanos al Palacio Presidencial.  Fueron sabotajes muy bien coordinados a partir de las habitaciones que habían alquilado numerosos clandestinos, entre ellos el propio Marcelo, Oscar Lucero, Sergio González (El Curita) y Arístides Viera

Poco después, Marcelo sería detenido el 22 de mayo de 1957 por sus actividades revolucionarias. Al llegar al Vivac del Castillo del Príncipe existían entonces unos 200 presos políticos, entre otros Ernesto Vera, combatiente destacado del Movimiento 26 de Julio.  Allí impartió clases de defensa personal, de cómo burlar la represión policíaca y en especial, conferencias sobre la educación física.  En la cárcel, escribió un amplio ensayo sobre la Educación Física y el deporte en Cuba.

Al obtener la libertad condicional pasa a la clandestinidad, creciendo sus aptitudes como organizador de audaces acciones contra la dictadura.  Pronto, el 8 de noviembre de 1957aparece junto a El Curita y otros jefes clandestinos como uno de los principales ejecutores de la noche de las Cien Bombas, las que hicieron estremecer a La Habana y poner en jaque a los cuerpos represivos.

Vendrían otras acciones, al mismo tiempo que organiza distintas células clandestinas, y entre el 23 y el 24 de febrero de 1958, participa en el plan para el secuestro del Campeón Internacional de Automovilismo Juan Manuel Fangio. Junto a Faustino Pérez y Arnol Rodríguez tuvo la responsabilidad de explicar al corredor argentino las razones políticas de lo sucedido.  Al mismo tiempo, fue jefe de la seguridad de Fangio mientras permaneció en “la casa de las norteñas”, en el reparto Nuevo Vedado, hasta su devolución a las autoridades argentinas en Cuba.

Ya por entonces, se adentró en su audaz proyecto de convertir a la Habana Vieja en una gran zona de combate, en una fortaleza inexpugnable.  Sobre esto la combatiente Esperanza Sanjurjo, una de las personas más cercanas a Marcelo en los trajines revolucionarios recuerda que, siguiendo sus orientaciones, ella caminaba las calles de la Habana Vieja tomando nota de los edificios altos, gasolineras, postas militares, ministerios, armerías y estaciones de policía. Agrega que esa información posteriormente era volcada por Marcelo en un mapa que había confeccionado del territorio.

Con ello se corrige que lo sucedido en la Habana Vieja el 9 de abril de 1958 no solo comportaba el asalto a la armería donde un comando clandestino combatió con total arrojo.  Esta acción, preveía la entrega de las armas ocupadas a otras células cuyos integrantes las esperaban para hacer cumplir el plan de Marcelo, y que fracasó por un accidente del camión que las transportaba y la presencia policíaca de manera inesperada.

Ese hecho se produjo un poco antes de que Marcelo fuera asesinado a escasos metros donde se hallaba el Estado Mayor de las Milicias del Movimiento 26 de Julio, en la Habana, en el edificio Chibás, ubicado en la calle G No. 573, séptimo piso, en el Vedado. Allí, junto a Marcelo, se encontraban Oscar Lucero, Oscar Alvarado, Ramona Barber, Esperanza Sanjurjo, Mirta Cuervo y Pedro Julio Salado.

Cerca de las 3:00 p.m. de la tarde y ante grandes preocupaciones en cuanto a la marcha de la huelga, Marcelo tomó la decisión de abandonar ese lugar en compañía de la combatiente Ramona Barber en busca de informaciones. Había observado que el transporte funcionaba normalmente. Cuando ambos se acercaban a la gasolinera de 25 y G, Marcelo fue identificado por el traidor Ramón Calviño Insua, antes integrante del Movimiento y después agente represivo bajo las órdenes del asesino Esteban Ventura.  Calviño y otros, dispararon sus armas contra el cuerpo de Marcelo, dejándolo sin vida.  Por su parte, Ramona Barber salvó su vida segundos antes al obedecer una orden de Marcelo de separarse de él y ser cobijada en la oficina de la citada gasolinera.

Cuando ello se produce, Marcelo se había rasurado el bigote y prescindido de los espejuelos que utilizaba para deformar su rostro.  Le había dicho a su hermano Pedro Julio: “Quiero que en esta batalla final estos señores-refiriéndose a los agentes de la dictadura-, conozcan mi verdadera personalidad”.

Todo transcurrió con gran rapidez. El cuerpo sin vida de Marcelo fue tirado en el maletero de uno de los autos de los genízaros.  Después de muchas horas de sufrimiento y humillación para recuperar el cuerpo de su hijo, su padre, pudo observar con gran dolor el estado que mostraba el cuerpo de su hijo, con 33 perforaciones de balas.

Monumento a los Mártires de la Huelga del 9 de Abril de 1958 en Sagua La GrandeEl Movimiento 26 de Julio quiso rendir tributo de respeto a Marcelo cuando su cadáver se hallaba expuesto en la funeraria, lo fue imposible, ya que el local estaba tomado por fuerzas policíacas y sus principales jefes, quienes pocas horas después solo autorizaron que en el entierro del jefe clandestino solo participaran sus padres y su amigo cercano.  Todo ello bajo una gran intimidación y terror, de lo cual se encargó en persona el capitán Peñate, jefe de la 9va. Estación de Policía.

Sobre el día 12 ó 13, recuerda Marcelo Salado, padre, en la casa de Esperanza Sanjurjo, en la calle 10, entre 23 y 25 en el Vedado, Faustino Pérez, como jefe del Movimiento en la Habana, le entregó los distintivos de Comandante muerto en campaña, merecidos por su hijo, por su valor y entrega a la Revolución  Así, en silencio y con la mayor compartimentación, se reconocía, con los más altos honores militares, la ejecutoria de aquel audaz y valiente joven quien siempre estuvo consciente del riesgo que corría su vida lo cual enfrentó con la mayor decisión.

Quedaba el ejemplo de aquel joven maestro que en su querido Caibarién gustaba de cantar canciones relacionadas con el mar, identificando éste con su decisión de vivir en libertad y sin el yugo opresor de la tiranía. Sobre esto, escribió a su padre: “Yo siempre seré como el mar, libre, muy libre…Yo siempre seré un hombre libre”.

Además de todo lo expuesto, fue Marcelo un revolucionario de pensamiento político avanzado, de amplia cultura y consciente de que conjuntamente con los problemas más acuciantes que laceraban a la patria cubana de entonces, había otro peligro mayor a tomar en cuenta.  Al padre escribió: “ Confío que alguna vez cese el abuso del norteño soberbio.. entonces valdrá la pena vivir en Cuba y estaremos más orgullosos de ser cubanos”.

Si bien la Huelga General Revolucionaria del 9 de abril de 1958 culminó en un doloroso revés, por distintos factores analizados críticamente en la reunión en Altos de  Mompié, en la Sierra Maestra, presidida por el Comandante en Jefe Fidel Castro,  dicho acontecimiento y las experiencias que se derivaron del mismo abrirían otro camino hacia la victoria final.

Aquel día doloroso, además de glorioso, se combatió en las calles de la Habana con total valentía,  con escasas armas y frente a los cuerpos élites de las fuerzas opresoras de la dictadura. En el resto del país se realizaron numerosas acciones, se destacan los combates en la ciudad de Sagua la Grande, la cual estuvo en manos de los revolucionarios por más de 24 horas. En la Habana, se calculan en unos 32 los revolucionarios caídos el día de la huelga y en momentos posteriores, y más de 130 en todo el país, a lo que se debe sumar cientos de detenidos, torturados y encarcelados.

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