La hermana Bolivia y el objetivo escondido

Pareciera que disfrutan con increíble morbosidad el sufrimiento de pueblos enteros solo para obtener beneficios, sobre todo económicos, y a la vez legitimar cada día más su condición de dueño y señor de todas las naciones.

Nuestra hermana ha transitado un camino que va, desde la conquista de su territorio por los españoles, pasando por dictaduras sangrientas, regímenes dictatoriales que formaron parte del tristemente célebre Plan Cóndor, supresión de movimientos obreros y derechos civiles, represión brutal, asesinatos, desapariciones forzosas y un sinfín de acciones, todas en contra del pueblo boliviano. En definitiva, a grandes rasgos, un trayecto tortuoso donde los intereses de la población siempre quedaron supeditados a los del gran poder económico.

Pero demos un salto a la historia reciente y lleguemos a los tiempos  del último período de gobierno del presidente Evo Morales. Este hombre humilde logró lo que jamás había logrado ningún gobierno anterior, al punto de que aún hoy nos parece sencillamente increíble.

Digamos solo unos pocos ejemplos: sólido crecimiento de la economía; redujo sustancialmente los niveles de pobreza; logros sociales sin precedentes; la inclusión, que por derecho les corresponde, a los indígenas como partícipes del desarrollo del país; la nacionalización de recursos vitales para beneficio de la economía nacional; e índices de desarrollo económico que colocan al país como el más avanzado de Sudamérica.

Pero todo lo bueno que he mencionado no podía permitirlo el amo imperial. Y hasta resulta fácil imaginar una conversación entre el gran señor y sus halcones: «no podemos permitir que el gobierno de Evo Morales intente socavar nuestros valores sagrados, hay que acabar con ese gobierno, caiga quien caiga, hay que aplastar a esos indios, hay que asfixiarlos. De momento hay que atacarlos con un golpe de Estado; no queremos sentimentalismos de ningún tipo».

Pero se impone poner sobre el tapete los verdaderos objetivos que persiguen con tanta afrenta a la dignidad de todo un pueblo: a) no permitir otro gobierno que atente contra sus intereses, b) impedir que siga creciendo una ola de revoluciones en Latinoamérica, c) evitar que Bolivia explote sus propios recursos, porque «deben ser nuestros».

Definitivamente, el imperio no puede ver con buenos ojos que se le escapen los grandes recursos naturales de Bolivia, dígase mineros, estaño, plata, cobre, hierro, gas (cuenta con la segunda y mayor reserva de gas natural de América del Sur  y, por si fuera poco, litio, catalogado como el mineral del siglo.

Por supuesto, es fácil adivinar lo que está sucediendo con Venezuela, víctima también por desear respeto a su soberanía y, sobre todo, por las enormes reservas de petróleo y gas que posee. Y claro, el caso de Bolivia ha servido muy bien para demostrar hasta dónde puede llegar el imperialismo en su afán endémico de conquista y robo.

Los objetivos que ellos creen ocultos, en realidad  no  lo es tanto, porque al animal se le ve la cola.

«Las leyes americanas han dado al Norte un alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa!», José Martí.

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