En el Bicentenario del Padre de la Patria

Abogado de profesión, poeta por vocación, patriota por amor y convicción de que Cuba no podía seguir siendo colonia de España, porque el suelo que lo vio nacer constituía ya una nación con identidad propia y reclamaba su lugar entre las naciones independientes. Desde entonces éramos un país ajeno a España; prueba de ello el trato discriminatorio dado por la metrópoli a los nacidos en esta tierra; el ánimo resuelto de que cubanos son también aquellos cuyos antepasados fueron traídos como esclavos a trabajar en las plantaciones, y sometidos a las más degradantes y crueles humillaciones. 

Al dar el Grito de la Demajagua, Céspedes contaba la edad de cuarenta y nueve años. Desde tiempo antes ya era vigilado y perseguido por las hordas coloniales, conocedoras de sus ideales independentistas. Lo revelaba su forma de expresarse con pensamiento cubano, sus relaciones con hombres y mujeres de ideología afín, el vínculo familiar y de identidad que lo unió al también poeta José Fornaris. Poco más de treinta años contaba Carlos Manuel cuando poéticamente concluyera un poema dedicado a Fornaris con esta estrofa:

En nuestra obra te brindamos parte: / en mejorar la humanidad trabaja. / Para todos el sol su luz reparte, / no a la virtud la oscuridad rebaja, / paga a los hombres tu dolor, amando; / yo tu dolor aliviaré cantando”.

Le correspondió iniciar la Revolución, la única del 68 al 59, la que acabó de celebrar sus primeros 150 años y que sigue perfeccionando a la patria libre, la que nuestros antepasados soñaron y que ahora, como continuidad histórica seguimos haciendo. 

La Revolución independentista y transformadora que comenzó con Céspedes, continuó Martí y culminó Fidel. Revolución única que ha tenido su manifestación propia en cada momento histórico, y que desde su unicidad es por siempre indivisible y eterna. 

Nuestra obra de hoy es la continuidad de la iniciada por el Padre de la Patria y que ha transitado ya siglo y medio de existencia. La de nuestros antepasados venerados que nos legaron alma de gladiadores para pelear con denuedo contra fieras, gigantes y demonios. Nada tan enaltecedor y virtuoso que honrar así a nuestro Carlos Manuel de Céspedes en su doscientos cumpleaños. 

Recordarlo, celebrarlo y amar su memoria con la triunfal Revolución de la Patria; ésta a la cual consagramos nuestras vidas seguros de que, a pesar de sangre y reveses ayer; amenaza y carencias hoy, con ella, por ella y para ella, ¡seguimos venciendo! 


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