Con esa frase argumentó su respuesta el ingeniero Ernesto Agüero Boza, miembro de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), cuando en los años 60 de la pasada centuria, varios amigos le preguntaron qué había aprendido en las aulas de la bicentenaria Universidad de La Habana, donde cursara estudios superiores.
Con el realizador (jubilado) que se encargara del tesoro musical que se conserva en la fonoteca de la nonagenaria Radio Progreso, tuve el placer de platicar por espacio de más de dos horas.
Fluido diálogo devenido pie forzado para iniciar esta entrevista en torno a los archivos patrimoniales de la música cubana, la auténtica, la verdadera; archivos de los cuales era —por derecho propio— su más celoso guardián.
En ese encuentro, evocó la revolución tecnológica, así como la conservación de los archivos patrimoniales y de los archivos comunes y corrientes, los cuales pueden tener algún tipo de valor o carecer de él.
No obstante, mi interlocutor, al igual que el escritor, musicólogo y periodista Alejo Carpentier (1904-1980), Premio Cervantes de Literatura 1978, decidió viajar a la semilla, pero —en esa ocasión— de una forma virtual.
«La humanidad se ha ido desarrollando poco a poco. En la Edad de Piedra las herramientas de trabajo utilizadas por el hombre fueron el palo, el hacha, el fuego, hasta llegar a la palanca, la rueda y el fuego. Luego, aparecieron los hornos para fundir metales y forjar mejores herramientas».
Por lo tanto, «ese cúmulo de experiencias llevó al soberano de la creación a la revolución industrial. Todos esos medios de producción tenían algo en común: eran manipulados por las manos de seres humanos. Por otra parte, el sonido, la imagen y el texto escrito tenían un soporte mecánico por excelencia».
Sin embargo, «el teclado de la máquina de escribir (hoy objeto arqueológico o museable), es diferente por completo al teclado del ordenador, ya que la escritura sobre el papel no lo genera el impacto sobre la tecla, sino que funciona a través de medios electrónicos».
Así las cosas, «cada una de las teclas de la computadora son llaves electrónicas que activan un circuito electrónico, que cada vez se torna más complejo y complicado; y aunque parezca paradójico, facilita el trabajo, el cual se realiza con mayor velocidad y se hace cada vez más eficaz. Los impulsos que damos en el teclado del ordenador están controlados por un programa en el entorno digital; resultado natural de una programación elaborada al efecto».
Ahora bien, para explicar cómo fue evolucionado el desarrollo de la tecnología digital —el lenguaje que hoy prevalece— lo ilustró con un ejemplo sencillo:
«En los primigenios modelos de impresoras, los impulsos —si bien son electromecánicos— impactan la cinta para teñir el papel. Los modelos ulteriores que la sustituyeron emplean el láser, el cual hace obsoleta la cinta. Al principio, se utilizaba el disco para almacenar información en un archivo digital (el Sistema Word, por ejemplo), que es consecuencia de un proceso de programación al que habia hecho referencia en párrafos precedentes. Hoy se emplea —entre otras— la memoria flash, que permite conservar una cantidad equis de información en aditamentos que pueden adquirir el tamaño de una fosforera o aún más pequeños que pueden almacenar 10 GB, casi 10,000,0000,000 de los antiguos disquetes floppy».
Con apoyo en el proceso de modernización que, basado en la tecnología digital, lleva a cabo el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), Agüero Boza trajo a colación una cita tomado de un libro que consultara y que hacía referencia al pensamiento de los años cincuenta del pasado siglo.
«En las páginas de ese texto se pronosticaba que, en el 2000, podría existir un total de 10 gigantescas computadoras dislocadas en el Primer Mundo. Nadie podía imaginar la computadora personal, la laptop, y mucho menos la tabla o la Superficie Microsoft. No tuvieron en cuenta los autores de dicho volumen que la revolución analógica tendría la producción de los semiconductores, que le abrieron el camino al circuito integrado, le cedió la pre-eminencia a la revolución digital, y consecuentemente, surgieron los ordenadores domésticos. Los transistores sustituyeron a las válvulas electrónicas, mientras que los microprocesadores poseen cientos y cientos de transistores, y que en un centímetro actualmente caben millones de ellos».
Por último, «de la realidad objetiva o física dimos un salto cualitativo a la realidad virtual, que es la época que nos ha tocado vivir, y es el gran reto que debemos y tenemos que enfrentar: lo que tocábamos con las manos ahora está en la pantalla del ordenador […]».
A manera de conclusión, Ernesto Agüero Boza comentó que «esta era la otra historia […], la otra historia a la que aludí cuando me formularon la pregunta relacionada con los nuevos conocimientos adquiridos en la capitalina Alma Mater, y que nada tienen que ver con la electrónica». |