Dialogar con el primerísimo actor Alfredo González, quien integra el elenco dramático de Radio Progreso, la «Onda de la Alegría», y de la Televisión Cubana, deviene un verdadero privilegio para cualquier profesional de la prensa que ejerza el periodismo cultural.
Mi interlocutor es graduado de la Escuela Nacional de Arte y de la capitalina Universidad de las Artes (ISA), donde se licenció en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA), y además, miembro de la Asociación de Artes Escénicas de la sexagenaria Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Alfredo, con el rigor artístico-profesional que lo caracteriza en cualquier medio —donde ha incursionado con éxito de público y de crítica—, se ha ganado el afecto y el respeto de los asiduos oyentes de las novelas y aventuras que salen al aire por la Emisora de Familia Cubana y por audio real en Internet. Así como de los televidentes que siguieron con atención e interés la teleserie Amores y esperanzas, transmitida por el Canal CubaVisión. También participó en el capítulo «Castillos de arena», en el policiaco dominical Tras la huella, que dirigió su compañera en la vida y en el arte, la laureada realizadora y primerísima actriz, Vicky Suárez.
¿Cuáles fueron los factores motivacionales que inclinaron su vocación hacia el arte en general, y hacia la actuación en particular?
Es complejo y complicado definir el por qué de mi inclinación por la actuación […]. No sé. Supongo que todo comenzó como un juego, de ser este y ser aquel. En mi familia, no hay antecedentes artísticos, así que todo radica —al parecer— en mi curiosidad cognoscitiva y espiritual. Fue algo que despertó en lo más hondo de mi ser, y simplemente, dejé que creciera […] y fructificara, al extremo de que hoy para mí actuar es vivir, lo cual implica la «dosis exacta» de pasión que el ser humano pone en todo lo que hace, por insignificante que pueda o parezca ser.
¿Qué significa para usted integrar el elenco artístico de la Decana de las Emisoras Cubanas, que el 15 de diciembre de 2024 cumplió el aniversario 95 de su salida al éter?
Si bien la radio es una de mis grandes realizaciones profesionales, trabajar en la «Onda de la Alegría» representa para mí un sueño algo «mágico». Desde muy joven escuchaba las radio-novelas. En mi casa, existe esa tradición. Recuerdo con agrado muchas de ellas y era fan a algunos actores y actrices que componían su elenco.
La vida está llena de misterios […], situaciones inexplicables. ¿Quién me diría que un día iba a tener frente a frente a todos aquellos a quienes admiraba y había seguido durante años?
Fue algo maravilloso descubrir el mundo «mágico» de la radio. Confieso que fue amor a primera vista, que fui «hechizado», y cuando me escuché por primera vez y me oyó mi familia […] creo que no existen palabras para definir por cuántas emociones transité. Lo que sí puedo decirle es que pertenecer a su cuadro dramático y ser parte de esa bella creación instantánea de cada día me hace sentir orgulloso, realizado, y además, comprometido.
¿Qué representa para usted el teatro, percibido por los expertos en la materia como el claustro materno de las artes escénicas? ¿Ha actuado sobre las tablas o espera que esa oportunidad se le presente en cualquier momento?
El teatro es —sin duda alguna— la matriz de la actuación. Pero, luego de transitar por el maravilloso y difícil mundo radiofónico, considero que sería de gran utilidad para un actor acercarse al medio radial, que es —a mi juicio, así como al de muchos grandes actores— una escuela, donde aprendemos día a día la esencia y el valor de cada silencio, de cada palabra.
De las anécdotas y experiencias que, no obstante su juventud, ha vivenciado durante el desarrollo de una exitosa carrera artístico-profesional, ¿podría relatarles a los lectores alguna que le haya dejado una impronta en su memoria poética, y por ende, la haya guardado celosamente en el «baúl de los recuerdos»?
Una situación realmente delicada y donde la agilidad mental y la espontaneidad me hicieron salir airoso: fue una vez cuando estrenaba un unipersonal con títeres en una escuela. Estaba muy nervioso. Los títeres eran de marote, que son la cabeza del muñeco y un palo por debajo para sujetarlo y manipularlo. En plena función, en una pelea en que estaban enfrascados los personajes, se partió el mando, o sea, el palo que sujeta la cabeza, que rodó por el suelo, y se hizo un silencio atroz. Yo estaba petrificado, y en cuestión de segundos, agarré la cabeza, improvisé cuán fuerte era el otro muñeco que había dejado fuera de combate a su oponente, y seguí con la función.
¿Algo que desee añadir para que no se le quede nada en el tintero?
Es una reflexión dedicada a los jóvenes que se incorporan a las artes escénicas insulares. Hoy día, percibo tendencias «raras» en la actuación artístico-profesional de algunos jóvenes. Veo programas en los que me digo: caramba, pero y dónde estaba el director que dejó pasar semejante cosa. Llueven los problemas de dicción y la pobreza en las caracterizaciones. Mi consejo es el estudio, quizás obsesivo en nuestra profesión. Hay que cuestionarse todo el tiempo y procurar superarnos cada día. Hay que indagar todo lo que podamos y aprender también a escuchar a los demás. No podemos subestimar a los otros, pero sobre todo algo que requiere ese fantástico y «loco» modo de vida, y que —en mi opinión— es vital: ser sencillo y humilde. Sean sencillos y humildes y ya verán como todas las ventanas se les abrirán […], y como todas las oportunidades tocarán a su puerta.