Cuca Rivero: Señora de los coros

Sostuvimos horas de deliciosa conversación donde ella deslizó sus recuerdos con matices claros en el discurso coherente (¡Vaya memoria de los ángeles en este mundo!) vital, sin apenas equivocaciones. Durante el tiempo que nos dedicamos tuve la impresión que puso luz donde lo opaco presagiaba tormenta.

Sea pues, la cubana  de esta señora de los coros, convencida, como está, de la necesidad genética del canto humano, quien nos entregue la generosa sal  de la vida que podrá apreciar el lector en sus respuestas.

Mi infancia fue muy feliz. Fuimos diez hermanos y nos llevábamos muy poco tiempo entre sí. Mis padres propiciaron que nos visitaran otros niños para convertir la casa en un sitio lleno de juegos y alegría.

El hombre que no tiene música en sí   y a quien no conmueve el acorde de los sonidos armoniosos, es capaz de toda clase de traiciones, de estratagemas y depravaciones”Shakespeare


– Precisemos el lugar y la fecha de nacimiento

– Nací en Candelaria, Pinar del Río, el 25 de junio de 1917. debo haber nacido cerca de la medianoche del 24 porque soy la sexta hija y, sin embargo, ninguna de mis hermanas mayores se llamó Juana, como mi mamá, a la que le decían Cuca. En toda mi infancia me dijeron Cuquita.

– ¿A qué se dedicaba su padre?

– Era farmacéutico y tuvo también colonias de cañas. El adquirió una farmacia, que era un local antiguo, del siglo XIX, que hay en Candelaria y entonces por necesidad realizó los estudios de Farmacia.

– ¿Toda su infancia transcurrió en Candelaria?

– No. Cuando estaba en tercer grado pasamos a vivir a Guanajay donde mi padre había hecho el Bachillerato a pupilo y él románticamente quiso que sus hijos también jugaran y estudiaran en los mismos lugares que él conoció. Toda la familia fue para allá, incluyendo un perro policía. Y déjame decirte que a mi siempre me han gustado los perros.

– Y en Guanajay ¿dónde estudió?

– En un colegio de monjas que tenía cierto desarrollo desde el punto de vista artístico. Las monjas enseñaban arte en general. Di clases de pintura y con la madre Carmen Ruíz de Velasco, recibí clases de piano… Ella organizaba las fiestas del colegio donde representábamos comedias y se llegó a montar  zarzuelas. Te debes imaginar que eso influyó en mi. Después vino el Bachillerato.

– ¿Dónde lo cursó?

– En la ciudad de La Habana, en Teniente Rey y Zulueta. Hasta ese lugar iba todos los días desde Guanajay. Veníamos un grupo de muchachas y salíamos de allá a las 5:28 y recuerdo bien la hora porque en el pueblo había un reloj  que yo miraba siempre. El viaje demoraba hora y media y a las siete de la mañana empezaban las clases. En 1938 terminé el Bachillerato.

– ¿A partir de qué momento usted se vincula a la música?

– Desde los 5 años yo tocaba el piano de oído. Entonces me pusieron una maestra, persona buena pero que no se había dedicado a la enseñanza y no sabía cómo tratar a una niña que ya venía tocando el piano. Lo primero que hizo fue prohibirme tocar de oído y eso me hizo tenerle terror a los estudios de piano. Pero a la larga seguí tocándolo.

– Hábleme de su relación con la música a partir de la década del treinta

– De 1936 a 1942 estuve en Pro Arte Musical y eso significó mucho en mi  formación musical y estética. Clara Romero de Incola me impartió allí clases de guitarra. Fue ella la que introdujo el estudio de la guitarra en el Conservatorio. Por cierto, también me enseñó música popular cubana y latinoamericana que no era corriente escuchar en aquella época. Aprendí canciones bellísimas que hoy día recuerdo con gusto y las actualizo en mi memoria, también sin prisa.

– ¿Qué otras personas influyeron en su formación?

– Tengo que hablar entonces de la década del treinta del siglo veinte en Cuba. En esos años visitaron nuestro país García Lorca y Juan Ramón Jiménez. Recuerdo que fueron años de problemas políticos, estudiantes luchando en las calles contra los gobiernos de turno pero, paralelamente, hubo un florecimiento de las artes. Y si Clara Romero de Nicola fue para mi una mujer importante; en esa década también lo fue María Muñoz de Quevedo, una gallega que llegó a Cuba en 1919, casada con Antonio de Quevedo, un ingeniero que era prácticamente un musicólogo y un excelente crítico de las artes en general.

Ellos vinieron en viaje de Luna de Miel, se enamoraron de la Isla y nunca más regresaron a España. Fueron, a su vez, los grandes amigos de Lorca y Juan Ramón cuando estos visitaron a Cuba, y fue por ese matrimonio que tuve la oportunidad de leer tarjetas de Lorca, dibujadas a color. Son personas que influyeron notablemente en mí.

– Cuca… ¿qué me puede decir de su actividad en la universidad?

– Allí formé coros porque prácticamente era mi vocación. Por entonces se creó la Federación de Muchachas Católicas Universitarias donde pude organizar coros, por la libre, sin que yo tuviera grandes conocimientos. El coro era lo que más yo amaba.

Lo que más deseaba era que se creara en Cuba la tradición del canto colectivo. En la universidad traté de hacer coros grandes porque tenía la impresión de que era la humanidad la que cantaba. Mi casa siempre ha sido una casa de música. He tenido la oportunidad de comprobar que siempre alrededor del solista se crea la expectación cuando llegan los estribillos… ¡Ah, todo el mundo canta en el estribillo y lo feliz que es la gente haciéndolo! Ese es el momento que más se disfruta.

– Es algo especial

– Muy especial. Los cubanos se cohíben de hacerlo porque no saben la letra de un canto de forma completa, sólo fragmentos. Hace falta un repertorio común para que sucediera como en México, en España y en los propios Estados Unidos, donde dándole la vuelta a Manhattan en un barco, yo oía cantar, en todos los pisos, colectivamente. Oyéndolos soñaba con la posibilidad que en Cuba, en las reuniones entre amigos, todos termináramos cantando.

– ¿Cómo explica que matriculara Farmacia en la universidad siendo una persona apasionada por la música?

– Mi padre me dijo que no tendría con la música una vida económicamente segura y que era más propio de la mujer buscar esa seguridad en el magisterio o a través de los estudios de Farmacia. Te cuento que aquella fue la época que me tocó vivir y me decidí por la Farmacia. Al terminar la carrera quería seguir estudiando Física y Química pero tenía novio y a la semana de graduarme me casé. Tendría unos 24 años.

– Los sueños de su juventud se realizaron?

–  No me atrevía a soñar con ser músico. Eran sueños vedados para mi condición de mujer en aquella sociedad. Sin embargo no dejé ni la guitarra ni el piano hasta un buen día que tuve la oportunidad de empezar a trabajar dentro de la música.

– ¿Cuáles son sus músicos preferidos?

– La gama de mis gustos es amplia. Adoro a Beethoven. Mozart me fascina al igual que Haydn, y en lo coral, Bach. En la música cubana, que es tan rica, menciono a dos: Anckermann y Lecuona, cada uno con su aporte. Lecuona es un gran lírico de la canción que retoma la tradición que empezó, en el siglo XIX, con Saumell y Cervantes. Estos últimos tienen una gran significación para mi porque de ellos tomé su música, joyas que me sirvieron para educar a los niños en los primeros pasos.

Grenet es un mundo de riquezas y digo aquí Eliseo, Emilio y Ernesto. Y en la década del treinta, de la que vivo enamorada, le puedes unir a Lecuona, Roig y Prats. Para la siguiente década afloraría en Cuba una nueva línea en el cancionero, que sería el antecedente del feeling.

Ahí te encuentras compositores que eran pianistas y nos legaron canciones muy hermosas. Te puedo citar también, como persona y músico, a Guzmán. Como músico fue un puente entre la década del cuarenta y el cincuenta del feeling. Guzmán es un punto y aparte. Me parece que en el presente no se escucha suficientemente su música. Creo que se debe a que los intérpretes o no se atreven  o lo desestiman, como si hubiera pasado de moda. Guzmán debiera estar en el repertorio de los mejores cantantes cubanos.

– ¿Estima que esa es una deficiencia de nuestros cantantes?

– Hay falta de cultura en los cantantes que lo desconocen. A veces creo que sólo recuerdan que existió el Concurso Adolfo Guzmán*, donde se oía poco su música. Siempre he dicho que Guzmán significó un salto cualitativo dentro del cancionero cubano que se ubica entre los años cuarenta y cincuenta. El también abordó el concierto. A él le tocó vivir una vida con problemas económicos, con varios hijos y en una etapa que tuvo que dirigir La Riverside.

Como murió joven no le dio tiempo a desarrollar apuntes que hizo. Su melodía tiene mucho que ver con su armonía y una era consecuencia  de la otra. Dejó canciones difíciles de abordar como Tú y el viento,  Lloviendo, la que interpreta Esther Borja como una verdadera maestra. Guzmán la consideraba a ella como la maravillosa intérprete de sus canciones. Y en esta relación que me has pedido puedo mencionar, como un gusto muy íntimo, los grandes de esa vieja trova que es la base de la canción cubana.

– ¿Por qué surgió el feeling en Cuba?

– Por una influencia norteamericana. El feeling tiene libertades que le permite al compositor, cuando canta, recrear sus propias melodías, hacerle cambios.

– ¿Entre el feeling y la Nueva Trova hay un vacío?

– No. En Cuba nunca hubo vacíos porque década tras década existieron compositores. No hay rompimientos. No hemos tenido una sola década sin creación. Por esa razón Cuba es un crisol, un manantial.

– ¿Se puede hablar entonces de una sola Trova?

– Sí, con distintas influencias de acuerdo con los tiempos.

Oyéndola hablar, activa y atenta, sentía, a medida que la entrevista se desarrollaba, que Cuca Rivero, por la exposición que hacía de un tema, el clímax que le incorporaba y el ajuste de un final, muchas veces inspirado (ocasión que percibía por un impulso de aire que llevaba su voz hasta un éxtasis apreciable) de haber nacido escritora hubiera cultivado el género literario más vendido en el mundo: la novela policial, pues posee esa facilidad expositiva de los hechos, la complejidad de su enredo en sí mismo y la pegada dura y contundente, que la última línea de una buena novela de ese corte siempre deja en el lector.

Por esa razón y cuidándome a cada paso de semejantes golpes, le propuse breves descansos para revisar maravillosos álbumes fotográficos donde la enseñanza de los niños ocupa un sitio de privilegio. Tras el oasis volví a la carga.

– En la actualidad ¿hay un nuevo desarrollo dentro de la canción cubana?

– Sí, y dentro de él hay nuevas líneas de influencias. Ahí tienes a la Nueva Trova que sin romper con lo que hacían al principio evolucionan en línea ascendente. También la canción campesina se escucha actual, modernizada, con el mismo espíritu y frescura de la que conocíamos.

– Llega más a la juventud…

– Llega porque es buena y la música buena gusta.

– ¿Qué opinión le merece la música salsa?

– Es retomar el son y ponerle un vestido nuevo, vestido que le ha servido a las disqueras para introducirla en todas partes.

– La música cubana actual ¿goza de buena salud?

– Sí, y sobre todo la bailable. Antes de la Revolución existieron buenas orquestas que sentaron base, y en la historia de nuestra música habrá que contar con ellas porque crearon muchos géneros bailables que nacieron del contacto con los bailadores. Los músicos de esas orquestas eran intuitivos, aprendían por tradición familiar. Tras el triunfo de la Revolución y luego de abrirse la Escuela Nacional de Arte se estudió música en cursos normales a través de becas.

De ahí se graduaron músicos que han enriquecido las orquestas populares y han ido sustituyendo a los que se jubilaron.

– ¿Usted participó en esas escuelas?

– Sí, y además, participé en la creación de la Escuela de Instructores de Arte y allí dirigí la rama coral. Fue en 1961.

– Le propongo el tema de la Televisión en su vida

– Para hablar de la Televisión tengo que dar un saltico atrás. Al concluir mis estudios en la universidad me casé y comencé a trabajar en el Instituto de Higiene. Nace mi primer hijo y me veo en La Habana sola con mi esposo. El trabajaba y yo me quedaba con el niño.

Después me incorporé al trabajo y tuve que dejar a mi hijo con una manejadora y aquello fue un trauma para mi cuando cerré la puerta y lo tuve que dejar con una persona desconocida. Eso me dio una justificación para aspirar a una plaza de música en las escuelas nocturnas que se crearon en 1946. Logré trabajar como maestra de Música en una de ellas , con gente mayor y muy humilde. Ahí tuve mi primera experiencia coral.

Luego ayudé a fundar otros coros en escuelas del mismo tipo. A los cinco años de estar trabajando se creó un centro especial de música, el «María Muñoz de Quevedo» , en honor a la gran directora de coros.

Trabajé allí en la cátedra de canto coral y formé un coro de 70 voces, con un repertorio variado que iba desde Bach hasta lo popular cubano. Nos dimos a la tarea de divulgar el centro como tal para no quedarnos sin matrícula que significaba quedarnos sin plazas. La directora, Evangelina Suárez, y yo fuimos entonces a ver a Gaspar Pumarejo, todo un personaje que tenía el canal 4. Precisamente allí había un programa Escuela de Televisión, al que acudían cantantes y bailarines deseando entrar como profesionales en el campo artístico.

Hablamos con Pumarejo y le planteamos la necesidad de hacer una promoción para la escuela y nos dijo que si hacía eso se le iban a presentar sesenta mil casos queriendo hacer lo mismo. Finalmente nos aconsejó que nos inscribiéramos como aspirantes, que concursáramos y nos sometiéramos a la campana, que sonaba cuando la gente cantaba mal. Eso hicimos y llevamos el coro de la escuela.

Recuerdo que había pedido una gradería y como estábamos al principio de la Televisión y no existían coros, no tenían idea de lo que era una gradería para un coro y me hicieron un solo nivel. Le dije a Pumarejo que así los muchachos no me verían y no podría dirigirlos. Me contestó que para la noche se podía mandar a buscar una gradería a la escuela. Me dijo que se necesitaba oír el coro y le pedí entonces una silla para subirme. El me la alcanzó, me ayudó a subir y ensayamos y al terminar me ayudó a bajarme y en el aire me dijo: ¿Quiere trabajar conmigo?.

– Ahí la sorprendió….

-Absolutamente.

– Pero fue decisiva la sorpresa para su ingreso en la Televisión

– Decisiva.

– Entonces háblame de la Televisión y el coro que usted fundó

– Para fundar ese coro escuché a trescientos ganadores de Escuela de Televisión. Me los mandaban a mi casa y los escuchaba. Al final me quedé con un coro compuesto por dieciséis voces, ocho mujeres y ocho hombres. Tenían buena voz y cierta personalidad y facilidad para actuar. Esos eran requisitos esenciales.

Pumarejo y yo buscábamos un tipo de coro especial para la televisión, un coro que no existía y estábamos inventando. El 16 de Agosto de 1954 aparecemos, por primera vez, en la Televisión y él le llamó Coro de Cuca Rivero.

– ¿En qué programa actuaron?

– En Escuela de Televisión. Todos los lunes teníamos media hora y se confeccionaba un set para cada canción, que hoy no es así. Dentro del coro tenía solistas y los utilizaba, por supuesto. Otras canciones se montaban en dúo, trío y en cuarteto. De manera que la media hora del espacio se hacía agradable.

Ese tipo de presentación la trabajé después en el programa titulado El bar melódico de Osvaldo Farrés. Tiempo después la CMQ se interesó por nosotros y quisieron que yo trabajara en el programa Casino de la Alegría, que era el programa más visto en Cuba y al que le seguía Jueves de Partagás.

– Pumarejo ¿asumió el cambio como una indelicadeza?

– No. El era un empresario que se tiraba de cabeza. A veces se lanzaba al vacío y ocurrió que en una de las empresas fracasó y Escuela de Televisión dejó de existir. Nunca tuvimos malas relaciones.

Finalmente Casino de la Alegría nos quiso exclusivos. Por entonces todo el trabajo lo hacíamos en vivo. Durante ese tiempo acompañamos a cantantes del patio de alto nivel, y entre ellos a Esther Borja.

– Después del triunfo de la Revolución ¿cómo funcionó la existencia del coro?

– Con la llegada del ICR se crea el organismo coral. Se me designa su responsable y además directora del coro que se empezó a formar en 1963. Ese coro se nutrió con más de cuarenta voces con un repertorio amplio de autores.

Luego me dieron un programa élite de música que había que mantener, Viernes de Gala. Esta fue una experiencia muy grande para mi. El programa gustó y paso a ser la jefa del bloque de los programas de música culta. Era ese un nuevo camino aunque sentía ir alejándome del coro. Entre los programas que atendí estaba Álbum de Cuba. Eran tiempos en los que se trabajaba con poco personal pero el resultado era muy eficiente.

– En los años cincuenta usted tuvo una experiencia inolvidable con los niños….¿puede relatarla?

– Con varios amigos entusiastas y con el propósito de sembrar la semilla del canto colectivo, nos dimos a la tarea de formar cantorías en las escuelas primarias. Esas escuelas tenían maestros de música, aunque no eran especialistas en canto coral.

Presentamos el proyecto de trabajar con las treinta escuelas del Distrito No. 3, de La Habana…¿qué se hacía?…les dimos clases gratuitas a los treinta maestros y formamos un coro. Les daba la metodología para enseñarles a los niños de las escuelas canciones y después se seleccionaban doce niños de cada escuela para integrar la Cantoría del Distrito.

Por fin, formamos la primera Cantoría que llamamos María Muñoz de Quevedo, y cantó para la UNESCO en el curso 1950-51. La idea no era trabajar en un solo distrito sino multiplicarlo todo lo que se pudiera. Tratamos de promoverlo y mi primera presentación, en Televisión, fue con esta Cantoría, el 13 de mayo de 1951, Día de las Madres. Ya para el curso siguiente se formaron cuatro Cantorías más.

Los uniformes que usaban los niños tenían los colores nacionales. Las niñas llevaban un traje blanco que les llegaba a los pies y las capas que se ponían eran azules. Los niños usaban pantalones blancos y chalinas rojas.

Quiero agregar que el 28 de febrero de 1952, esas Cantorías pudieron reunirse frente al Capitolio, para cantar A Capella. Allí se dieron cita setecientos niños bajo mi dirección. Por cierto, el trabajo fue tan intenso que me quedé pesando ochenta y tantas libras, por poco desparezco. Sin dudas fue uno de los trabajos más hermosos que he tenido.

– Busquemos su conexión con la Radio Cubana

– A ella estuve vinculada con un programa titulado Nuestros Líricos. Me fui familiarizando con la técnica radial y los guiones. Para mi estaba claro que las personas se aprendían las canciones de moda escuchando la radio, que repetía una canción una y otra vez. Por eso escuchas que se cantan determinadas canciones según el estilo de los intérpretes de moda.

Con esa idea pensé que la radio podía ser el medio que llevara eficazmente el canto a la escuelas primarias. Razoné que las canciones debían estar en la voz de una buena cantante, con dicción clara y fraseo estudiado, utilizando textos de poetas y música de excelentes músicos con acompañamiento en manos de artistas notables. Si reuníamos todos estos factores estaba segura que los niños aprenderían.

Desde 1967 conquisté adeptos para mi proyecto, incluyendo a  Guzmán. Hice investigaciones y pruebas. Me dieron cintas y un estudio con Guzmán al piano y como cantante obtuve a Berta González. Luego trabajé con veinte niños directamente, tocando yo el piano. Trataba de conformar una metodología que sirviera al niño promedio y no sólo para los que tenían condiciones vocales.

Los niños iban dos veces por semana y la metodología se basaba en una repetición sistemática. Usé textos de Mirta Aguirre, Dora Alonso y Nicolás Guillén y la música era de Olga de Blanck. Esas canciones tenían tesitura y una extensión melódicas apropiadas para el niño promedio. De ahí salió Niñito Cubano, que se hizo muy popular entre los niños. Nosotros quisimos que nuestra base fuera la música cubana para partir de lo conocido a lo desconocido, de lo nacional a lo universal.

– ¿Qué aconteció después de ese inicio radial?

– Terminada esa etapa comenzamos con Guzmán las grabaciones y las llevamos a la escuela Felipe Poey, anexa a la universidad. Allí no era yo la que estaba frente a los niños para enseñarles las voces sino la metodología que estaba experimentando y que decía en la grabación: Boca cerrada, escuchar solamente, después agregaba: Decir la letra con el movimiento de los labios pero sin sonido, es decir, ellos empezaban a articular letras y así las fijaban, entonces la oían tres veces, luego se le decía: Cantar pianísimo con la voz guía, y por último se agregaba: Cantar solo con el piano. Cuando ya íbamos por la novena vez cantaban con el piano. Esa metodología, basada en la imitación por repetición sistemática, daba resultado.

– Ese fue el inicio de lo que sería su programa radial La profesora invisible…ahora bien…¿cómo se perfeccionó la idea?

– Después probamos con mil niños campesinos que estudiaban en la capital de país. En ese experimento las órdenes musicales venían dadas en la propia cinta grabada. Ellos nunca supieron que yo era la que hablaba. Esto me probó que los niños eran capaces de aprender a cantar. A través de este sistema podía dársele educación musical. Hay que decir que la radio tiene un encanto especial, es lo misterioso. Usted es un hombre de Radio y lo sabe muy bien.

Por otra parte sabía que las clases debían ser activas porque de lo contrario el niño se cansaba, dejaba de atender y se dispersaba. Por eso pensé crear dos bandos, el rojo y el azul, como se hace en las competencias campesinas. Solo que utilicé el bando Saumell y el bando Ignacio Cervantes, y frente a los niños, arriba y en el centro de la pizarra, estaba un dibujo con una boca ovalada, para que los niños tuvieran una imagen de cómo poner la boca y a la que hay que regresar siempre. Se lanzaba una pregunta a un bando y se daba un tiempo para la respuesta.

Después  dábamos la respuesta correcta confirmando o no si respondieron bien o mal. Así fui llevando la educación musical donde paralelamente se daban los diferentes aspectos de la misma. Eran unos cinco minutos para el desarrollo rítmico y se cambiaba la actividad y se daba un pequeño tiempo para hablar del carácter de la música, las particularidades del sonido y otros aspectos.

Para este trabajo se crearon ciertas fórmulas que tenían que ver con la radio. A ese aspecto le llamábamos diálogo entre el piano y la profesora invisible. Ahí es donde nace la profesora invisible, teniendo en el piano a Mario Romeu, como cantante  Berta González y yo, que era la profesora que llevaba la clase. Este programa se transmitió de manera regular por la emisora Radio Rebelde. Se radiaba a las nueve de la mañana y por las plantas locales se repetía  a las tres de la tarde. Y agrego que duró 21 años al aire.

– ¿A qué edad usted se jubiló?

– Cuando tenía 70 años. Aunque tenía ánimos para seguir quería dejar el camino abierto para las nuevas generaciones.

– Como artista ¿se siente realizada?

– No sé si hay alguien que se sienta realizado plenamente. Lo importante es que he tenido oportunidad de iniciar trabajos, siempre con un sentido masivo.

– ¿Cuál ha sido el momento más feliz de su carrera profesional?

– Cuando dirigí  el coro de setecientos niños frente al Capitolio. Para mí fue una emoción tan grande como la que experimenté en Media Luna, cuando me reuní  con ochenta muchachos y me conocieron como la profesora invisible. Ese ha sido un personaje que me ha entregado el cariño y el recuerdo de los niños.

– ¿Cómo ve el desarrollo coral en Cuba?

-Es alto. Hay variedad en los repertorios. Sólo quiero señalar que los coros cubanos, a veces, interpretan la música cubana como si fueran extranjeros. La música y la canción cubanas tienen una base rítmica fija pero su melodía pasea graciosa, elegante, mulata y muy cubana y muy libre sobre ese ritmo. Y esa es una característica que es difícil lograr en los coros, pero hay que lograrlo. Algunos lo logran, otros no.

– ¿En qué ocupa ahora su tiempo?

– Es difícil jubilarse después de una vida muy activa…pero he retomado la guitarra y canciones que hice en mi juventud y que trato de actualizarlas.. ayudo en la familia y cuido de mi perrita salchicha.

– ¿No tiene tiempo para pensar en la muerte?

– Hay que ocuparse de otras cosas más productivas, que den alegría.

Y ahí dejamos la conversación. Mientras abandonaba el edificio FOCSA sentí esa especial sensación de haberme encontrado con una mujer excepcional, de un espíritu de trabajo muy arraigado a lo largo de su larga existencia.

Ella misma es esa especial música que nos asalta en los momentos extraordinarios y nos deja como en estado de nirvana, momento en que muchos acontecimientos se agolpan en nuestro cerebro. Cuca Rivero, una de esas personas nacidas para agradecer. Y su invisibilidad es precisamente su eterna presencia en nuestra Radio y Televisión.

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