Del libro «Raúl Garcés. Programas de radio-selección de textos»

Es ingenuo confundir «profesional» con «egresado de una carrera universitaria». Profesionalidad quiere decir manejar bien una profesión. Lo contrario de lo profesional es lo aficionado, lo improvisado, lo mediocre.

 Hacer radio tiene más de práctica que de teoría. No por haber hecho muchos estudios se obtiene más profesionalidad en este campo. Sólo se logra con mucho ejercicio bien evaluado.

  •  ¿Ganar audiencia es el objetivo? No, pero sin audiencia –sin mucha audiencia- no podemos lograr nuestro objetivo.
  •  En la cultura masiva el éxito no es el criterio de la verdad, pero sí su condición.
  •  Una emisora no puede ser concebida como una escuela sin paredes o un sindicato al aire libre. Es muy aburrido convencer a los convencidos. No puede considerarse popular sin tener popularidad. No hay audiencias cautivas.
  •  En la radio, como en la vida, lo que no se mueve, se muere. Cambió el mundo ¿y no vamos a cambiar la programación?
  •  Antes decían que la letra con sangre entra. Es mentira. Entra con risa. La risa educa y la risa moviliza. La mucha tristeza, por el contrario, paraliza. No se trata de meter un recurso cómico como «anzuelo de audiencia» para seguir después con la parte seria del programa. Hay que casar contenidos con formas. Hay que aprender a educar entreteniendo.
  •  El periodismo gris, pausado y reposado no se estila. Nosotros, por huir del sensacionalismo evacuamos también la sensación. Por miedo al amarillismo les quitamos todos los colores a nuestras noticias. Por miedo al vedetismo de nuestros locutores dejamos vacío el escenario. No queremos locutores estrellas, pero tampoco estrellado.
  •  Durante mucho tiempo no dimos importancia a las primicias, a los avances, al estilo impactante del buen periodismo. Las gallinas son buenas comunicadoras: ¡cacarean sus huevos!
  •  Lo polémico es la nueva cara de lo educativo. Un programa de debate abierto, en directo, puede ser una escuela de pensamiento, una mejor escuela política que muchos discursos de dirigentes.
  •  Hay que pasar de la cultura de la censura a la cultura del debate. Oyendo ideas contrarias se educa el pensamiento propio. Chocando piedras nació la luz.
  •  Nosotros, por una actitud sobre protectora hacia el oyente nos volvimos especialistas del rollo y el palabrerío. Nos entró la compulsión pedagógica de meterle contexto a todas las noticias. Y los noticieros se hicieron largos, elefantiásicos, y las revistas otro tanto.
  •  El colesterol también sube en el perfil de una emisora. Los programas se engordan, se vuelven pesados, sin gracia, sin ritmo. Hay que romper esquemas, innovar, inventar. No conformarnos con las pautas de manuales. Dicen que el mejor formato es el que se conoce y luego se rompe. Y que la única norma no negociable es la creatividad.
  •  No sé quien inventó la paticoja de la radio como música y noticias. No sé quién la echó a andar, pero muchos la siguieron. ¿Qué pasó con los formatos dramatizados? ¿Dónde quedaron los cuentos, los mitos, las leyendas, las fábulas, las narraciones que provocan en nosotros mil sentimientos diferentes?
  •  Cuando llaman a la radio y nos piden una canción de Madonna, ¿escuchamos la voz del oyente o el eco de la casa disquera? Lo segundo, probablemente.

NOTAS DE INTERÉS

(Ref: Oscar Luis López. Su libro «La Radio en Cuba» 1998.

El flash noticioso surgió, por primera vez, en RHC Cadena Azul, antes que en Radio Reloj.

La primera transmisión radial en nuestro país tiene lugar en Septiembre de 1922. La emisora disponía de 10 watts de potencia y operaba bajo la denominación 2LC, a favor de Luis Casas Romero, teniente del Ejército Libertador, músico y compositor.

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