Así luchan los pueblos cuando quieren su libertad

La granjita Siboney fue escenario, en la noche del 25 de julio de 1953, de la reunión para precisar el plan de ataque en la acción del Moncada.

Fidel les manifestó que si moría, los reemplazaría Abel, quien expresó: Es necesario que vayamos con fe en el triunfo pero, si el destino es adverso, estamos obligados a ser valientes en la derrota y el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba. 

Para el asalto se escogió el 26 de julio por ser domingo de carnaval y, con la afluencia de público a los festejos, el tránsito de los jóvenes asaltantes no llamaría la atención.

Cuando todos estuvieron listos se dio lectura al manifiesto del Moncada, el cual patentizaba que podrían vencer o ser vencidos, pero de todas formas el movimiento triunfaría.

Para mis compañeros muertos no clamo venganza

Gobiernos antecesores a Batista sembraron el temor de que ningún movimiento tendría éxito, pero los jóvenes de la Generación del Centenario echaron a andar la Revolución.

Los asaltantes al Moncada se hallaban en desventaja frente a un enemigo superior en armas y en hombres. Continuar la lucha en esas condiciones era un suicidio colectivo, por lo que Fidel ordenó la retirada.

Después de los hechos, la dictadura desató la más brutal represión y escribió una de las páginas más sangrientas en la historia Patria, ordenando que asesinaran a 10 revolucionarios por cada soldado muerto en combate.

No clamo venganza, no es con sangre con lo que pueden pagarse las vidas de los jóvenes que mueren por el bien de un pueblo; la felicidad de ese pueblo es el único precio digno que puede pagarse por ellas, sentenció Fidel.

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