Radio Sagua, mi pasión inolvidable

A mí no se me olvida cuánto aprendí en Radio Sagua, desde que me inicié en el medio, pues era entonces un imberbe corresponsal voluntario deportivo que colaboraba en los espacios informativos de la voz de la Villa del Undoso.

Por: Alberto González Rivero

Este 9 de abril se van a cumplir 40 años de la fundación de CMES, y lo menos que puedo hacer es agradecer a María Teresa Valdés Sosa y a todos los que confiaron en mí para que entrara, cabina y micrófono adentro, en mi primera escuela de periodismo.

En mi memoria están perennes los consejos de los colegas Jorge Plasencia, René Morales Muñoz, Evelio Enrique Cruz Domínguez , Marilín Ríos, Bárbara Fortes, Luis Orlando Espino, Blanca Méndez Hernández, mis compañeros de redacción que iban moldeando al recién llegado (letra arabesca, hiperactivo que casi siempre se tilda de locura) aprendiz a la entrañable emisora de los sagüeros.

Uno no se debe olvidar de los orígenes, de dónde se surge, donde uno se prepara en este mundo intelectual, fascinante, escucha, interpreta, obtiene un cultura superior_ se imaginan, yo provengo del entramado de profesor de ajedrez, claro, divina confluencia en un autodidacta-_ , y, como reportero y redactor me nutrí de ese espíritu periodístico desde una emisora local.

Esas fueron coberturas del alma que viví tecleando en la Robotron, ajustando la cuartilla en la escritura de comentarios o crónicas para el noticiero que dirigí y para otros segmentos de la programación diaria de nuestra Radio Sagua.

Soy un profesional agradecido de las lecciones que recibí en mi primera escuela de periodismo, agradecido de la formación humanista que me prodigó el medio de difusión, próximo a cumplir los 40 años de su salida al éter.

En las vitrinas del recuerdo de mi paso por la Voz del Undoso, mis premios compartidos y el cariño y el afecto de todos, además de mi modesto aporte en la preparación de nuevos periodistas como Pepe, Yara, la guajira y otros.

Gracias también a mi mamá Rosa que me seguía siempre, en la memoria del clásico Sprint Final, y a veces me cambiaba los zapatos un poco roídos por otros nuevos frente a mis impávidos compañeros, quienes sabían muy bien que ella iba , más que todo, detrás de su Berto, devenido extraviado artista, que un día se le escapó de la academia del juego ciencia para una cabina de transmisión…

– Berto, tu estás loco, juegas ajedrez y otra vez te escucho hablando por la emisora…- y cualquiera hubiera creído que mi madre no comprendía a aquel chiflado por la radio…

Todavía me parece estar en la redacción con Plasencia o con René, y, cuando concluyo mi próxima crónica, se la enseño, ellos se miran alegres y uno se da cuenta de que el novato va aprendiendo y con ello casi aprueban que tiene muchas posibilidades de ocupar titulares en el noticiero estelar de Radio Sagua.

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