Quien bien te quiere, Alberto Luberta

Presentación del libro sobre Alberto Luberta

Compartimos Notas a Alberto Damian Luberta Noy, por Guillermo Pavón. Estas fueron las palabras de presentación del libro Quien bien te quiere, las tres pasiones de Alberto Luberta, el libro dedicado al creador de la Radio Cubana, quien por más de cinco décadas hizo feliz a la familia cubana con su programa Alegrías de Sobremesa, de Radio Progreso.

El libro nos acerca al ser humano y al humorista que aprovechaba los cuentos escuchados al vuelo, en las calles y en las guaguas; que pulsaba las teclas de su vieja Olivetti con la decisión de quien lo tiene “to pensao”. Además se pone a disposición de los lectores, libretos originales, escritos por Luberta para el Programa Alegrías de Sobremesa.
Presentadores: Caridad Martínez, Autora, José Antonio Piñero (Jape), Autor.
Moderador: Norma Gálvez, Directora de la Editorial EnVivo.

La presentación del texto, por Pavón y sus autores Caridad Martínez y Jorge A. Piñero, forma parte de las celebraciones del Centenario de la Radio Cubana, y tuvo lugar hoy en el Sábado del Libro, frente al Palacio del Segundo Cabo.

«Luberta, así lo nombramos y reconocimos familiares, amigos y personas para llamar su atención, su fructífero transitar por la Radio, legó a otras generaciones una de las páginas más apreciadas de la historia de la Radio Cubana.

Pasaban sus 70 años de vida activa en la Radio y con ya cumplidos 85 de edad, cuando irremediablemente nos dejaba una trayectoria extraordinaria de ejercicio profesional e intelectual, como persona y revolucionario.

Si bien destacó como escritor, también realzó como guionista y director de programas en diferentes espacios en la Radio y en la Televisión, su grandeza la alcanza como fundador y guionista del programa humorístico Alegrías de Sobremesa. Programa que de manera diaria salió al aire por más de 50 años, ocupando desde los primeros momentos lugar cimero en los ratings de audiencia en Cuba.

Ello lo llevó a ser merecedor de las más altas condecoraciones y distinciones concedidas por el Estado a un artista, también las organizaciones de la cultura y parte de la sociedad en todo el país. Lo más preciado fue sin dudas, ser uno de los artistas cubanos más querido y respetado por profesionales de la Radio y Televisión cubanas, oyentes y el pueblo.

Estas apretadas notas sobre Luberta y la bella, útil y fértil obra literaria, «Quien bien te quiere»…, que nos regalan Caridad y Jorge, y las opiniones que en el aparecen de solo una pequeña representación de los que hubiéramos querido participar, reflejan que hablamos de una persona de una dimensión humana que merece respeto y recordación.

Lo conocí a principios de la década de los 90, desde inicios de los 2000 entablamos una perenne amistad y desde el 2006 nos comunicábamos como lo hacen la familia con un padre.

A lo descrito sólo pretendo agregar algunas consideraciones para que todos desde sus vivencias sigamos trayendo a Luberta a nuestro actuar cotidiano; es ello lo que deseo alcanzar.

Quien bien te quiere, las tres pasiones de Luberta

Como bien expresa el libro, constituyeron sus pasiones la radio, el humor y el pueblo, y modestamente agrego, fueron el sentido de su vida:

Todo ser humano tiene maneras de comportarse, las mismas lo distinguen y lo hacen aliarse a una forma de ver la vida, en su caso estaba impregnada de una singular riqueza humana.

A ello lo condujeron rasgos que demostraron valores y maneras de hacer, que en los actuales momentos es un imperativo multiplicarlas;  de ellas destaco, su sentido de responsabilidad, el amor por sus raíces, su afán por leer y conocer, el respeto a la palabra empeñada, la necesidad de la unidad de la familia, el barrio y el colectivo de trabajo.


Traigo en mi memoria ejemplos de ese Luberta, de ese cubano alegre, campechano, que nunca se apartó de su natal Pogoloti, de sus amigos Luisito y Guayabo a donde asistía cada fin de semana a beber de la savia de sus barrios, de ese CDR, del cual fue su presidente por varios lustros, de cómo esa autoridad moral movía a los vecinos y de esas fiestas esperando el aniversario de la Organización,  cuando fue fundador de las milicias pepe Sánchez en el ICRT,  de ese montón de libros, periódicos y revistas que adornaban su pequeña sala.

Qué decir de ese laborioso héroe anónimo que  nunca en 50 años dejó de entregar en tiempo el libreto, o asistir a las grabaciones de sus apasionantes programas, de ese respeto por el oyente y el pueblo, de la responsable educación y relación con sus hijos y nietos, y del cuidado a su amada Cary.

Llegan a mi memoria nuestros encuentros pactados, de cómo conversábamos sábados o domingos, de infinitos temas, de la radio, de lo que ocurría, de política, cultura, naturaleza, de familia, al final él sacaba como resultado la entrega de un libro, yo como provecho su lectura, que por demás era el inicio del próximo encuentro. Sin dudas enseñar fue también una de sus virtudes.



A propósito de ello, todos los meses me correspondía hacer diferentes visitas a varias provincias, lo convencí de lo útil de su participación y de reencontrarse con amigos y realizadores. Está decisión le obligaba en no pocas ocasiones a trabajar intensamente de lunes a miércoles o jueves, y así poder entregar los libretos de la semana.

Al principio escuchaba mis peroratas, al poco tiempo ya llegaba a las emisoras y mientras realizaba mi consejo  de dirección o daba cumplimiento a alguna agenda, Luberta ofrecía conversaciones que se le convertirían  en charlas expositivas, talleres. Debo confesar que Luberta se robaba él show, no pocas veces lograba sin nadie organizarlo excelentes debates, que me obligaba al concluir mi visita esperar y finalmente acompañarlo en el empeño más importante, enseñar o compartir criterios en años también duros.

De esa vida cotidiana el humor lo distinguía, por ello su creación artística, reflejaba por sobre todas las cosas ese actuar de los cubanos en el barrio y del personaje de cada lugar o poblado. De ello traigo a colación tres sencillas y profundas anécdotas de la personalidad de Luberta:

-En primer lugar, comentar un hecho que dejó una profunda huella de comportamiento humano; se terminaba un largo viaje y ante el llanto de un niño, donde intervenían los padres que por pena a no demorar más el tortuoso andar, le negaban al infante comprarle un helado.

Luberta se levantó rápido de su asiento junto al pedido de tener necesidad de ir al baño, ello fue acompañado de una sentencia sin igual, pobrecito el niño. A su regreso de aquel baño, se le veía regresar feliz, traía en sus manos dos potes de helado de chocolate. Lo mejor vino a continuación, ante el silencio de todos, el niño que también se las traía dijo, con total muestra de alegría; señor muchas gracias por lo de pobrecito el niño, ha… y el helado.

En otra ocasión viajando por carretera al llegar a casa de unos amigos, conoció a maja guita, humilde guajiro de monte adentro que en medio de las presentaciones y saludos oyó decir el nombre Alberto Luberta, a lo que sin pensarlo dos veces entre risas, comentó lo que hay que escuchar a gente hacerse el gracioso, el dueño de  Alegría de Sobremesa en esta casa, y reitero ¡lo que hay que ver!

Hasta ese momento no conocía Luberta que la persona era débil visual, al que por más que se le explicó no entró en razones, finalmente ante el hombre que no dejaba a un lado su labor, le prometió dedicarle un programa. Unas semanas después, saldría el libreto con la historias de aquel cubano, que solo podía reconocerlo por el sonido. Luberta que no había apuntado como llamar a la persona, paso varios días localizándolo, las que no concluyó hasta lograr su propósito.

Por último este servidor le pidió que le acompañara desde Radio Progreso hasta el edificio del ICRT para ver unas ideas de su cosechas, a lo que respondió no tengo pase o solapin, mi respuesta no le dejo dudas, oye vas con el Vicepresidente. Qué sorpresa, yo tampoco llevaba solapin y el agente de seguridad llevaba dos días de servicio; me acerco y le digo, compañero el viene conmigo. La respuesta no se hizo esperar; él puede pasar que es la personalidad, y en acto seguido le extendió su mano a Luberta como muestra de cariño y respeto, al dirigirse a mí, me dice; usted; le confieso que no le conozco.

Disculpen si me he extendido, puede ser la emoción.

A las tres justapasiones de Alberto Luberta distinguidas en el libro quiero puntualizar tres conceptos éticos que le acompañaron;

su alto sentido del deber laboral,

su humildad como esencia de vida,

la defensa de la Revolución.

EL ICRT tuvo en Luberta a uno de sus más prestigiosos trabajadores, un héroe del trabajo que había convertido su diario quehacer en una proeza de creación artística,  el que siempre estuvo entre los primeros para defender la obra del organismo o para compartir saberes y hasta para combatir lo mal hecho. Su vida y su mayor virtud se sintetiza en el pensamiento del apóstol cuando escribió «la mejor manera de decir, es hacer».

La Radio Cubana se honra al celebrar su centenario, el haber tenido en Alberto Luberta Noy, al más integral y excepcional realizador artístico, el que por varias décadas de sus 70 años de vida artística, portó el estandarte del medio radial; él que para orgullo de muchos, es el más grande de los realizadores y creadores que han pasado por la centuria de la existencia de la Radio Cubana.

El héroe nacional sentencio;

Honrar, honra,

Gracias a la Radio Cubana, a Caridad y Jorge»

Guillermo Pavón Pacheco

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