Un trago amargo del imperio

Pero el empeño se les ha convertido en un bumerang, y no solo para él, sino también para sus adoradores. Estoy seguro que a mis nietos y bisnietos les resultará casi imposible comprender que en su pasado existiera tanta maldad utilizada para mantener el hegemonismo como bandera aplastando los más caros y nobles intereses de la humanidad.

Hay múltiples ejemplos: China, país donde surgió el virus, los medios la han atacado despiadadamente con infamias y hasta burlas increíbles cuando lo que necesitaban era solidaridad.

Ahora resulta que el país asiático está dando muestras no solo de estar combatiendo con gran éxito la pandemia, sino que, además, está solidarizándose con  muchos países, incluyendo los propios Estados Unidos, para brindarles ayuda material y asesoría; tienen, en suma, un progreso impetuoso que, ni por asumo, posee el país norteño demostrando con creces su inoperancia en materia de salud pública.

Y en definitiva,  resulta que el sistema social de China es infinitamente superior al de Estados Unidos porque su objetivo es el bienestar de su población, mientras que el del país de las armas, el atropello, la codicia y la desigualdad solo actúa en función del gran señor Dinero. Es la lógica aberrante del gran capital.

Pero lo más odioso es que la humanidad ahora ve con gran estupor cómo ese país actúa en momentos tan difíciles en los que mueren ya muchos miles de personas, haciendo oídos sordos a los reclamos de países e instituciones que piden el levantamiento de los bloqueos, las sanciones, las amenazas etc, a modo de favorecer las condiciones propicias para trabajar por la eliminación del virus.

Sin embargo, ha sucedido todo lo contrario, porque están hasta aprovechando la situación para sus malsanos propósitos económicos, elevando precios de medicamentos y otros insumos útiles que deben ser utilizados por la población. Mientras tanto, millones mal viven sin amparo económico, relegados y sin esperanza alguna, sin seguro médico  y en abandono total en el país más rico del mundo.

Han llegado a extremos inauditos. Hace solo unos días se ha publicado que, en medio de tan difícil situación del virus, el emperador se compromete a eliminar las sanciones a Venezuela y cualquier otro tipo de ataque inmoral, ilegítimo y criminal, si el gobierno de Maduro accede a todo lo que estos “buenos señores” exigen. ¿Se concibe tanto desvergüenza y cinismo? ¿Quiere decir que la hermana Venezuela debe renunciar a su sagrado compromiso con el pueblo? ¿Debe olvidarse del inmenso ejemplo de patriotismo de Chávez?, ¿Por qué no le exigen a Israel que deje de asesinar a los palestinos?, ¿Por qué no apoya a los que luchan y hasta mueren por un mundo mejor? Claro, las respuestas parecen obvias, es cierto, pero es que hay que seguir golpeando las conciencias evasivas.

Por desgracia llegó un virus sumamente dañino pero, irónicamente, ha servido para que ningún mortal  tenga duda de lo que significa el gran sueño americano o el espanto del odio y la injusticia, escondidos tras la iluminada vidriera del consumo. No es posible tapar el sol con un dedo. Ojalá un día recapaciten y aprendan a respetar el derecho ajeno de ser libres y soberanos. ¡Y PIDAN PERDÓN!, además.

El 23 de marzo de 1894, en el periódico Patria,  nuestro José Martí mostró dos verdades útiles a nuestra América:

el carácter crudo, desigual y decadente de los EE.UU; y la existencia en ellos continua de todas las violaciones, discordias, inmoralidades y desórdenes, de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos”.

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