Fidel, el ser humano

Hoy pululan en las redes sociales, en decenas de sitios digitales, periódicos, emisoras de radio y televisoras miles de historias sobre Fidel Castro. Es 13 de agosto e inevitablemente hay que recordar su cumpleaños, su obra, su impronta, su estatura política y moral. Pero sobre todo el ser humano que fue, con virtudes y defectos; con amores escondidos y reales, con una capacidad singular para persuadir y con las lógicas testarudeces que todos tenemos en nuestro actuar diario.

Esta jornada vuelven a dividirse los sentimientos en el mundo, porque todo gran ser humano con una huella tan grande en los pueblos produce eso: los que lo aman sin manchas y los que lo odian hasta por sus aciertos.  La única verdad que es incuestionable en medio de tantas anécdotas y vivencias del líder histórico de la Revolución Cubana es que cambió y marcó los destinos de un país desde 1959, algo que pocas personas logran en este paso efímero por la vida.

Declararse hoy fidelista es decirle a algunos amigos que no lo vemos perfecto, pero sí que tuvo una visión política extraordinaria; es confirmar que apostamos por una sociedad mejor, aunque sepamos que todavía estamos lejos de conquistarla porque la economía diaria es fuerte y hace temblar piernas; es recordar a Galeano con aquella idea cardinal que “esta revolución, crecida en el castigo, es lo que pudo ser y no lo que quiso ser”.

El Fidel humano que más cerca recuerdo fue el que lloró una noche frente al mar por la muerte de Celia Sánchez; el que llegó primero que la madre de Ana Fidelia al hospital Hermanos Amejeiras cuando se enteró de su accidente por quemaduras; el que no sabía bailar, pero llegaba una fiesta y se ponía a compartir con pena solo con aquellos que como él no tiraban un pasillo; el que practicaba deportes en la Ciudad Deportiva en las noches y pedía que lo empujaran, que le marcaran falta como a cualquier baloncestista.

En todos los casos, Fidel fue un mortal, no un Dios. Todavía no recuerdo a nadie que en celebraciones de cumpleaños le recuerden más por sus errores que por las sonrisas motivadoras hacia su familia, hacia la sociedad. En estas 24 horas tanto odio, maldad y Mierd… deberían enterrarse. Fidel era un ser humano por encima de grados militares o cargos oficiales. No verlo así en este tránsito por la vida y la historia es minimizar su huella.

Soy fidelista. Y nunca me arrepentiré de serlo.

POSDATA: Respeto cada criterio, pero hoy puedo ser el Fidel más duro con quien se equivoque conmigo en este post.

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