El imperialismo ha creado un aparato gigantesco de propaganda y expansión ideológica y cultural que agrupa, de un lado, las poderosas corporaciones de radio y televisión, pertenecientes al capital privado, las agencias telegráficas, las editoriales, la prensa, la industria del cine, etc., y del otro, los servicios gubernamentales especiales de propaganda y la actividad subversiva contra otros países. En toda esa esfera están concentrados enormes fuerzas y recursos: centenares de miles de propagandistas a sueldo, potentes bienes de equipo y asignaciones que alcanzan miles de millones de dólares.