Ni rosas ni sábanas blancas en venta

A la rosa blanca de José Martí, la que ilumina los Versos sencillos, no hay quien pueda mancillarla. Es la flor del más universal de los cubanos, la que tantas veces se tiñó con la sangre de los buenos que levantaron la nación, la emanciparon y también de las 3 400 vidas segadas por actos terroristas en las últimas seis décadas, fraguados o alentados por los mismos que ahora intentan apropiarse de ese símbolo.

No es la primera vez que se intenta pervertir ese atributo. Bajo el manto de la rosa blanca surgió en Estados Unidos, apenas tres semanas después del triunfo de enero de 1959, una organización contrarrevolucionaria liderada por connotados esbirros y oficiales del régimen batistiano. El sueño restaurador de la dictadura no fue más que una pesadilla pasajera, disipada en pocos meses por la acción de las fuerzas revolucionarias con Fidel al frente.

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¡Nadie va a aguarnos la fiesta!

En franca contradicción con las recientes declaraciones del presidente Biden ante la Asamblea General de Naciones Unidas, de favorecer el multilateralismo y cooperar en la lucha contra la pandemia a nivel global, hacia Cuba se arreció el bloqueo, se dictaron nuevas sanciones y se puso en marcha un nuevo programa de desestabilización que cumple al pie de la letra el manual del “golpe blando”. (…)

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