Cuba, el empujón colectivo

Me gusta escuchar a Barnet cuando habla de empujar un país. Siempre lo tomo por el lado bueno de la frase, e imagino ese empujón llevándonos hacia adelante o dando el impulso suficiente para el arranque imprescindible. Por: Miguel Cruz Suárez Recuerdo aquel auto Lada que alguna vez me quiso dejar tirado en plena vía. Entonces manos amigas siempre venían a sumar fuerzas para que el cacharrito recobrara las suyas y siguiera en la pelea. Sin embargo, también hay quienes empujan hacia la cuneta, o parafraseando a Silvio, hacia el borde del camino, donde ahora hay más sillas que nunca, invitándonos a parar. Entonces no se agradece tanto el empujón porque, una vez allí, detenida la marcha, cualquier cosa le puede pasar al país, menos progresar. Igual no nos resuelve el problema que sean pocas las manos que empujen, porque una nación como la nuestra pesa bastante. Va cargada de muchos problemas, carencias, malos deseos de quienes nos odian, planes aviesos y lastres propios. Hace falta mucha empatía, mucha gente empujando, sin olvidar que en sentido contrario también otros intentan el empujón que nos haga retroceder o evitar el movimiento. Son manos ajenas o propias que no conciben un país en marcha. Si queremos esa prosperidad que tanto necesitamos, no se lo podemos dejar todo a la inercia o a la suerte del viento; no podemos mirar desde lejos el esfuerzo de aquellos que van empujando, hay que unirse al grupo y sumar cada quien la cuota de energía que nos toca. No es posible olvidar que, una vez alcanzado el impulso, la mayoría querrá subir al carro y hacer el viaje. Ahora no es momento de frenos y desmayos. O empujamos el país entre todos y lo sacamos adelante, o vendrán otros a remolcar esta isla hacia un patio …

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