La primera vez que escuché a Virgen Ojeda Benítez fue en el programa nocturno Estaciones, transmitido por Radio Rebelde; intuí a una persona de grandes proporciones físicas por el color y fortaleza tímbrica de la voz. Cuál fue entonces mi sorpresa cuando tiempo después la conocí y vi ante mí a una mujer delgada, de pequeña estatura, aunque colmada de entereza y entrega total su desempeño como locutora. Creo que a partir de ese momento la admiré mucho más, pues constaté en Virgencita, como solemos llamarle sus compañeros y amigos, no solo a una tremenda voz, descubrí a una mujer digna, a una madre ejemplar, a una esposa incondicional y, por encima de todo, a la locutora capaz de dar a nuestros espacios radiales un toque de distinción y ternura con su sobresaliente profesionalidad. Por estas y otras razones, al conocer de su designación como acreedora de la Medalla Raúl Gómez García, el más alto reconocimiento que otorga el Sindicato de la Cultura a trabajadores del ramo con una destacada labor, corrí a su encuentro para descubrirla desde la inmensidad de la locución. Supe que Virgen Ojeda Benítez es natural de las Tunas, donde se desempeñaba como instructora de arte en la especialidad de teatro en la Casa de la Cultura Tomasa Varona en el momento de envolverse en el mundo de los micrófonos y las consolas de grabación. Según comentó a En Vivo: “Allí los instructores de las diferentes especialidades hacíamos actividades, el de artes plásticas decoraba el escenario, el de música cantaba o acompañaba a los intérpretes y yo, en mi condición de instructora de teatro, animaba los espectáculos. Fue en esas reiteradas actividades que las personas comenzaron a escucharme, a fijarse en mi voz y en otros elementos distintivos asociados a las cualidades vocales, hasta que a alguien …