¿Qué era Cuba? Una bala en el directo (V)

Según decía, aquella balita era para incrustarla en su pobre cerebro llegado el momento de tener que ceder el paso al ya incontrolable empuje de las fuerzas rebeldes. Obviamente, el proyectil se quedó durmiendo en la recámara de su arma. Veamos lo que sucedía en los momentos en que debió dispararse y no se acordó, “por desmemoriado que era”.

En las residencias de La Habana, los jerarcas y clases dominantes tenían una alegría postiza, escondiendo una tremenda preocupación; el pueblo esperanzado cumplía la consigna de las “3-C”, (cero compra, cero cine y cero cena); la gente no quería que el año se fuera solo, quería que se llevara a Batista con él.

En el Palacio Presidencial no había jolgorio, más bien un presentimiento; y en el campamento militar de Columbia, hoy Ciudad Libertad, estaba dispuesta la fiesta de despedida de año, lugar donde estaba prevista la reunión con sus más allegados. El sátrapa disimulaba con gran hipocresía la enorme preocupación que lo embargaba.

A las doce en punto, Batista pasó al comedor seguido de sus guatacas, y acentuando una pose ridícula y fantoche, tomó una copa de champan, la levantó, y dijo: ¡Feliz año nuevo, señores! ¡Salud, salud! Casi inmediatamente, secuaces, cúmbilas, alabarderos y hasta torturadores, empezaron a retirarse; no había ambiente para quedarse, porque la madrugada era fría y la situación caliente. En realidad el gorila tenía proyectada desde antes su fuga y ya había fletado a su prole para Miami. Ahora bien, el dato más curioso es el siguiente: inmediatamente posterior al brindis, Batista hace una señal al generalote Eulogio Cantillo, y éste, papelito en mano, procede a recitar lo acordado en la comedia preparada.

“Señor Presidente, los jefes y oficiales del Ejército consideramos que en aras del restablecimiento de la paz que tanto necesita el país apelamos a su patriotismo para solicitarle contribuya a la normalización del país con la renuncia…bla, bla,bla. En ese momento, Batista corta la perorata y comienza a vomitar algunas palabras, hablando de su amor a la patria, a la familia cubana, a la concordia; pero también juró por su madre que deseaba se mantuviera el ritmo constitucional democrático. Acto seguido le entregan papel y pluma y éste escribe su renuncia. Y en un acto de cinismo inaudito escribe:

“Tomando en consideración la pérdida de vidas, el daño material a la propiedad y el daño evidente que se estaba haciendo a la república, e implorando a Dios para que ilumine a los cubanos para que puedan vivir en concordia y paz, renuncio a mis poderes como Presidente de la república, entregándolos a mi sustituto constitucional”.

El hombre fuerte, favorito del entonces presidente yanqui, Eisenhower, corría de un lado a otro como viajero al que se le va el tren. En aquel momento culminante de su vida, la bala…se le quedó en el directo. Dejaba un país envuelto en la miseria, el analfabetismo, la guardia rural, el plan de machete, la politiquería, miles de familiares sufriendo por el recuerdo de sus hijos torturados, asesinados y tirados a las cunetas de las carreteras. Lo que es inconcebible que a estas alturas algunos prefieran olvidar y pasar la página. Personalmente me parece algo indigno.

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