La doctrina de la falacia

Tales «seres superiores» no dudaron tampoco en entronizar la esclavitud negra a cuenta de aquellos «salvajes» traídos de África, ni en clavar su mirada conquistadora en las cercanas tierras del Sur, que cual frutas maduras deberían caer más tarde o más temprano, de las manos del achacoso colonialismo ibérico, a las de la ambiciosa nueva potencia.

Sobre la mentira de un muy tardío «amor» por la independencia del pueblo cubano, Washington fabricó la guerra Hispano Norteamericana que le entregó la tutela económica y política sobre la mayor de las Antillas y el férreo control con respecto a Puerto Rico.

Falsedades como las de «proteger bienes y ciudadanos norteamericanos», o «salvaguardar la seguridad nacional» se han enarbolado por largos decenios para invadir otros territorios, ocupar países, promover guerras de baja o mediana intensidad, crear enclaves castrenses alrededor del orbe y fomentar poderosos arsenales capaces de borrar varias veces a la humanidad.

Los cubanos recordamos aún a los personeros oficiales norteamericanos negando en la ONU la paternidad de la invasión mercenaria por Playa Girón, para ser admitida apenas días después por el propio presidente John F. Kennedy, cuando la aventura bélica había concluido en la primera gran derrota militar imperialista en este hemisferio.

El mundo también rememora la presencia en esas mismas Naciones Unidas de los voceros del imperio acusando al pueblo vietnamita de agresor, defendiendo a un régimen sionista depredador y altamente agresivo, o mostrando falsas gráficas de los inexistentes depósitos de armas de destrucción masiva en Iraq para concretar la guerra y ocupación de esa nación centroasiática.

Es el mismo culto a la mentira que ahora proclama a Irán como una amenaza a la seguridad mundial por su desarrollo pacífico del átomo, o que la emprende contra Corea del Norte por el incidente contra una nave de guerra sudcoreana que navegaba por aguas infectadas de artilugios explosivos Made in USA.

Se trata, en resumen, de la eterna cadena de falsedades que forma parte del devenir de un imperio cuyas miras no son otras que el logro de un dominio global que, por encima de brutales despliegues militares y sucias maniobras políticas, sigue haciendo agua frente a una creciente respuesta de los pueblos, que demandan un futuro justo y sosegado.

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